Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

viernes, 7 de noviembre de 2014

EPITAFIOS



EPITAFIOS
Valladolid 6 de noviembre de 2001
Queridos hijos: Soy muy de visitar cementerios y en estos días que los vivos acuden a honrar a sus muertos, no suelo faltar para descubrir rincones que invitan a la reflexión, sin faltar la visita al panteón de los personajes interesantes de Valladolid: Zorrilla, Ferrari, Río Ortega, Alonso Cortes, Rosa Chacel...
Resulta  interesante leer epitafios, las inscripciones sobre las tumbas. En la actualidad la mayoría sólo informan la filiación del difunto, incluyendo a lo sumo “no te olvidamos”.
No ocurría así antañamente, tengo algunos anotados que son autenticas perlas. Un refrán dice, “mentiroso como un epitafio”; que será probablemente por aquello que también se dice: “si quieres elogio, muérete”, pero, sin embargo, las inscripciones sepulcrales suelen ser ciertas: “Estoy hecho polvo”, “Polvo somos y en polvo revertimos”. Otro más socarrón  escribe: “Paz, a mis cenizas; por favor, no estornudar”. R.I.P.  “Descanse en Paz”, es el epitafio estándar. Otro más escueto dice: “Fue”, y otro más esperanzador: “Resucitaré”.
Son muchos los epitafios lucidos, graciosos, llamativos, citaré algunos de los mas clásicos: “Lo que fui, eres, lo que soy, serás”; “La vida es un relámpago entre dos eternidades”.
Una viuda anotó sobre la tumba de su esposo: “Aquí yace mi marido y hace bien, el descansa y yo también”; otra le despidió: “Tengas tanta gloria como paz me dejas”. Un mordaz caballero escribió, “Paseantes, hasta pronto”, un general sudamericano, “Aquí yace el general Ferreira, pasead tranquilos, ¡estoy muerto!
Un escritor bebedor: “Estuve borracho muchos años, después me morí”. Un actor: “Estoy haciendo de muerto, y de verdad que lo estoy haciendo bien”. Un socarrón anónimo fue más lejos,”Acudí a una cena, pero no a cenar, sino a ser cenado”. Y uno que al parecer no se resignaba a morir:” ¿Qué tenía Lázaro que no tenga yo?”
Muy conocidos son también estas breves historias: “Siempre estuve sano porque nunca visite a un médico, pero un día la familia insistió en llamar a un galeno, me dio un bebedizo y al día siguiente me morí”
Parecido epitafio es el de aquel que también desconfiaba de los facultativos, “Fallecido por la voluntad de Dios y de un médico imbecil”.
De lo más gracioso resulta el de la tumba de Groucho Marx, “Señora, perdone que no me levante” Woody Allen tiene pedido que escriban: “No merecí terminar así”; El sabio padre Feijoo dijo este epitafio: “Aquí yace un estudiante de medicina pluma y labio, que quiso ser sabio y al fin murió ignorante”, y Unamuno dejo éste: “Sólo pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo”.
Queridos hijos, sobre mis cenizas no pongáis ni flores, ni epitafio alguno. Bueno, si acaso, una recomendación: “Mientras sea posible, reír mucho”.
Besos y abrazos