Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

sábado, 26 de marzo de 2011

ANÉCDOTA ANTIPÁTICA

No es justo que sin ton ni son, se hagan “bromas” de tan dudosa gracia, que ni se le cuentan al “agraciado”.
Una broma, se hace para terminar riendo los “hacedores” y los “hacídos”. Cuando no hay risa, no es broma, es simplemente burla, o lo que es peor “putada”.
Otra cosa bien distinta hubiera sido, que tú te dedicaras a “bromear” pesadamente con todo el mundo y que en justa venganza o “justicia” te pagaran con idéntica moneda; cosa que me consta no fue el caso.
Aquí dejaré una  anécdota de las que se cuentan en tantas sobremesas, y que además de resultar asquerosamente jocosas, incluso pueden dar una lección de lo que podría pasar cuando se ejerce la superioridad con saña.
Hace muchos años, ocurrió que una amiga un tanto mayor que yo, había sido en su mocedad “muchacha de servicio” de las de cofia y delantal almidonado; servía la comida a su exigente y prepotente “ama” -mujer escrupulosa en extremo- y ésta escrudiñando el impoluto vaso, envío a su sirvienta de mal modo a cambiarlo por otro porque –decía- estaba sucio.
El vaso –limpio y reluciente, sin mota de polvo ni agua seca o restos de secado- fue devuelto a la pila de fregado y sustituido por otro tan impecable como el anterior.
La señora miró y remiró el vaso y con humor de perros, instó a su criada a cambiarlo por otro; ella de carácter fuerte y contenido por su situación de empleada y la otra de jefa, retiró educadamente el vaso –cagándose en los muertos de la pazguata- y se dirigió de nuevo a la cocina calculando que con agua –y lo que se utilizara para limpiar en los años 50- el vaso no quedaba del agrado de su señora, lo limpió escrupulosamente con su propia  orina, puliendo hasta hacerse daño en las muñecas con un paño que no dejara un solo pelillo.
Vaso en mano regresó a la mesa y dijo: “¿Así está bien señora?”
A lo que la exigentona contestó: “Si, muy bien” y con un “No se preocupe señora, desde hoy siempre lo tendrá a su gusto”, la humilde chacha le dio a su “señora” una lección de saber estar. Lástima que en este caso, nadie pudo decirle a la obtusa cual es el precio del desprecio.

Aseguro que continuará…
Buen finde

Marisa Pérez

ANÉCDOTA ANTIPÁTICA  viernes 25/03/2011 9:05

Querida Rebeca y demás seres queridos:

        Antes de recordar a otro gran amigo y compañero de trabajo me viene a la memoria una antipática anécdota que también tuvo lugar en aquellos primeros tiempos de mi residencia en México y que por haber sido protagonizada por coterráneos, hirió mi sensibilidad.

        Muy próximo a mi oficina en la empresa de transportes había, supongo que aún existe, un surtidor de gasolina atendido por un español. Lógico y natural, faltaría más, al conocernos, de inmediato establecimos lazos de amistad, y resultaba grato y favorable la circunstancia para que, en compañía de otro español  que frecuentemente pasaba por allí, reunirnos los tres paisanos para tomar una cerveza y charlotear a placer del tema favorito: España.

        Bien, así estaban las cosas hasta que pasado algún tiempo conocí la ignominiosa broma de que había sido objeto. En una de aquellas tertulias en que hube de ausentarme reclamado por la oficina para atender una cuestión, uno de los indigno amigos aprovechó la ausencia para cometer la inaudita vileza de orinar en mi cerveza. A mi regreso, el primer trago tan caliente estaba y con sabor tan desagradable que escupí con asco el sorbo que tenia en la boca, por supuesto, sin la más leve sospecha del alevoso bromazo, hasta que tiempo después, por boca del gasolinero, que resultó un traidor con alma de judas, pues en su momento consintió, callando y a destiempo abrió de par en par la boca para confesar lo inconfesable.

        Residiendo en otro país, entre compatriotas resulta punto menos que obligado la estimación, más aún, la mutua ayuda y la abyecta burla me decepcionó, dejándome el ánimo por el suelo.

        Naturalmente, el remedio contra amigos nocivos como el gasolinero está inventado, borrarlo de inmediato y definitivamente de la lista de las personas nobles y enviarlo a la mismísima “eme” a toda velocidad. Respecto al tercer cretino en discordia me excedí con el calificativo de tipo: “consecuencia de un fallido aborto de su madre”, jurando y perjurando que cuando le echase la vista encima, pasase lo que pasase, me lanzaría sobre él como tigre para lavar la ofensa.
Dado que a raíz de los hechos desapareció de escena, tardé tiempo en dar con él, quizá dos años, o más, pero al fin nos encontramos, y entonces el más imposible de los imposibles cumplir mí promesa, iba en silla de ruedas, un tren le había arrollado amputándole las dos piernas por encima de las rodillas. Me dio pena, estaba profundamente deprimido, deshecho; lógicamente se le habían borrado de raíz los deseos de gastar bromas estúpidas.

        La vida, a veces, tiene estas cosas.

        Corazones a los que más quiero, besos y abrazos.

                                              Félix