FEDÓN, O LA INMORTALIDAD DEL
ALMA
Valladolid
22 octubre de 2001
Queridos hijos: Un buen libro es una compañía maravillosa y
con los Diálogos de Platón estoy de lo más divertido, pese a que Fedón, que
estoy leyendo está lleno de interés dramático al narrar el último día y la
muerte de Sócrates. Un fin, tan sereno y
tan noble que produce admiración emocional.
En el momento en que se abren
las puertas de la prisión, aparece Sócrates sentado al borde de la cama rodeado
de sus discípulos ansiosos de escuchar sus últimas palabras. Su aspecto, pese a estar a punto de morir es
sonriente y de tranquilidad, ni una sombra de tristeza altera su rostro animado
por pensamientos serenos y valerosos a
pesar de lo injusto de su muerte, que
sospechoso por sus ideas filosóficas de atacar a los dioses y de corromper a la
juventud fue procesado y condenado a beber la cicuta. No le infundía ningún
temor la muerte porque no rendía culto al cuerpo que es perecedero, daba
capital importancia al alma que es inmutable e indisoluble, su esencia escapa a
todas las condiciones de la muerte. Le animaba la sublime esperanza de una vida
inmortal, de una feliz eternidad.
En este dialogo Platón habla por
boca de Sócrates mediante una serie de preguntas y respuestas establecidas
entre el maestro y sus discípulos a fin e poner en práctica la sabia máxima
"conócete a ti mismo". La narración termina con los conmovedores
detalles de los últimos momentos, cuando a la puesta del sol, la hora señalada
por la ley, acercó la copa a los labios y la apuró, no cómo quien se toma
un carajillo, pero sí con gran valor,
mansedumbre y resignación. Sus amigos no se separaron de él sino hasta después
de haber cerrado piadosamente sus ojos y su boca.
Hijos, éste fue el fin del
hombre del que se puede decir que fue el mejor de los mortales que se conoce, a
más del más sabio y más justo.
Besos y
abrazos