Hoy sólo quiero desearte dulces
sueños.
Marisa Pérez Muñoz
EL
SECRETO DE LA FELICIDAD
Valladolid-13-12-2001
Queridos hijos: ¿Por qué escribo cartas? La pregunta me la hago muchas
veces, y la respuesta a voz de pronto es que escribo contra el olvido y el
aburrimiento. Contra el olvido porque si me falla la memoria no quedaría ni la
sombra de mi recuerdo; Contra el aburrimiento, porque soy un madrugador
compulsivo y a las cinco de la mañana ya me tiro de la cama, si no leyera y
escribiese, ¿cómo llenaría todas esas horas?
Eso es lo que me digo, pero realmente hay
más. Para mí escribirlas me resulta de algún modo, en cierta medida apreciar
las satisfacciones que ofrece la vida. Me explico: el “taliento de mi celebro”
es más bien escaso, pero escribiendo cartas y más cartas le pongo todo el
entusiasmo de que soy capaz, le pongo pasión al grado de que a veces tengo la
sensación de pasar horas olvidándome de todo, incluso de mí mismo. Y ya que
piso este terreno diré que el secretillo de la felicidad es vivir con apasionado
entusiasmo. Para decirlo pronto y sin adornos, el entusiasmo es a la vida lo
que el apetito a la comida. Sin apetito malamente se disfrutara de una buena
comida, con falta de entusiasmo
imposible encontrar placer en lo que se hace, en lo que se vive. Es decir, que
vivir con pasión es sinónimo de alegría de vivir.
Los niños sanos, a la vista tenemos a
Marina, rebosan entusiasmo, gritan, ríen y se mueven porque cualquier cosa los
fascina y les despierta la curiosidad. Los niños son un milagro, pienso que el
milagro mayor del universo, y son tan maravillosos porque son creativos al
estar abiertos a todo cuanto se les pone por delante, y todo les produce
alegría y risa, tanta risa que según los que lo saben, ríen no menos de
trescientas veces al día, en tanto los adultos no lo hacemos más que docena o
docena y media de veces, una pena, porque está dicho y redicho que la risa es
salud y vida.
Pero a lo que iba, a cada persona nos
fascinan cosas diferentes, y lo que nos fascina nos define. Es más, saber lo
que nos entusiasma nos ayuda a conocernos mejor, algo interesante, porque
conocerse uno a sí mismo no resulta cosa sencilla.
Así pues, hijos, a vivir con pasión, a
cuanto hagáis ponerle entusiasmo, y que el animo no decaiga, contrariamente, renovarlo
cada día. Pienso que tal vez viene al caso decir que Melilla me trae gratos
recuerdos, porque, por ejemplo, el mismo acontecimiento, el nacimiento del
nuevo día me resultaba un espectáculo emocionante todas las mañanas, desde la
primera hasta la última. Lo que en realidad quiero deciros que ser capaces de
vivir con jubiloso entusiasmo es algo así como poder llegar a tocar el cielo
con la punta de los dedos estando en la tierra.
Besos y abrazos.