ESTE ES MI TONO DE VOZ
Valladolid
16 de julio de 2001
Queridas
hijas: No sé si recordáis el hecho de que soy algo así como vuestro padre y en
calidad de tal no sólo me asiste el derecho, sino que está dentro de mi
estricta obligación comentaros ciertos detalles, tal como es el caso de los
charloteos chillando como golondrinas
locas, siguiendo la ruda y poco cortés manera española de hablar a voces, lo
que no en poca medida es atropellar los derechos de los demás.
Es sencillamente de sentido común, de elemental
norma de conducta actuar civilizadamente, hablando con voz reposada cuando los
interlocutores se hallan situados a un palmo de distancia unos de otros y no
vociferar como si cada uno se hallase a media legua de separación.
Lo más lamentable es comprobar cómo no pone nadie de
su parte ni un ápice de voluntad para rectificar y mudar de método,
contrariamente, si a alguien se lo hago saber sale con la simplicidad, más bien
con la patichadita de "este es nuestro tono de voz". ¡Lo que hay que oír!
Nadie parece enterarse, y tengo la leve sospecha de
que no ocurrirá nunca, que hay personas sensibles a los ruidos y que los
gritos taladran los oídos, y será la
nonagésima nonogésima nona vez que lo hago saber, pero mis quejas se las pasan
olímpicamente por el arco del triunfo.
Su actitud hacia mí, en esta cuestión, es punto
menos que de absoluto y total menosprecio, con la consecuencia final de que
siguen hablando cada vez más alto, y yo
alzándome con el honroso título
de malo de la película, teniendo que oír
como con voz de hastío y resignación me lanzan a la cara la grosería
"jo... Félix, qué pesadito eres". El abismo generacional es en este
caso no es especialmente evidente, palpable, tangible. Todos estamos en el
mismo “desguace”.
De verdad
os digo que a la hora de largar por la boquita no se parecen a nuestros antes paisanos mexicanos;
más bien se asemejan como los ojos a las
orejas.
En México
nadie habla a gritos como nosotros, los "gachupines" que alzamos la
voz hasta una cima de decibelios intolerable. La mayor diferencia entre ellos y
nosotros es su profunda educación… Siempre, se trate de quien se trate, pobres
o ricos, hombres, mujeres o niños, todos son amables, sonrientes, bienhablados,
jamás gritones. Parece que han nacido con ese don. Hasta sus palabrotas son más
finas. Estamos en clarísima inferioridad, entre otras muchas razones, porque
practican el lema: "el respeto al derecho ajeno es la paz"... Con
sobrados motivos cuando nos oyen hablar tan rudo y golpeado piensan que reñimos
enojadísimos.
En fin, aunque la esperanza es remota, pienso que
quién grita y algún día, así sólo sea por inculcárselo a los hijos, caigan y caigáis
en la cuenta que hablar a voces es completamente vulgar, y que hacerlo con tono moderado y escuchando con
atención y respeto es signo de inteligente civismo.
Besos y abrazos paternos
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