Historias de toda una vida

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viernes, 22 de agosto de 2014

19 LO INFINITO



LO INFINITO
Valladolid 19 de Septiembre de 2001
Queridos hijos: Me hierven los sesos por el caos que tengo en la cabeza, vosotros que no discurrís mal, buenos desenrolladotes seréis de líos si me desenrolláis este embrollo:
Jugueteando con la calculadora que amablemente me obsequiasteis multiplico mil por mil y, exactamente, un millón. Sigo y multiplico un millón por otro, sin resultado, demasiado para el sofisticado artilugio, le faltan ceros. No obstante, me emociono y continúo con los cálculos, ahora imaginativamente  multipliqueo un trillón por un cuatrillón y el enormísimo producto  por un quinquillón. Ignoro absolutamente el resultado, solo sé que es un titipuchal el número de ceros que entran en juego, pero hilando fino pienso que aunque la hilera del signo aritmético se alargara tantísimo que alcanzase a dar la vuelta a la Tierra por el ecuador, ni la punta se vería aún al final de la serie de los números naturales, sencillamente porque es ilimitada, infinita. Hasta aquí nada raro, lo raro  viene ahora, cuando tuve la ocurrencia de partir en dos la serie total de los tales números naturales, la serie de los pares una, la serie de los impares otra y, maravilla, doy con que tanto la serie de los pares como la de los impares son también infinitas. Pruebo entonces con los simpáticos números primos y, sorpresivamente, compruebo que igualmente son infinitos. O sea, que cada gajo de la naranja es igual a la naranja entera.
Vamos a ver qué pasa aquí, ¿es esto aceptable? ¿Tiene lógica?   Siempre he oído decir que el todo es mayor que las partes y aquí se da la paradoja de que dividiendo el susodicho todo en tres, o en trescientas partes iguales, todas y cada una de ellas resultan iguales a la parte entera, infinitas. ¿Cuántos infinitos hay?
Hijos, reflexionar porfiadamente sobre el enigma, sin cejar hasta dar con el enmarañado por qué las partes de lo infinito son infinitas,  si existen infinitos unos mayores que otros, más compactos o vaporosos; si puede lo infinito puede  duplicarse o partirse por la mitad, etc., y cuando os borbotee el cacumen, avisáis, entre tanto paternales besos y abrazos.

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