YA SÉ LEER
Valladolid
5 de Septiembre de 2001
Queridos hijos: Permitirme recordar viejos tiempos y felices días,
aquellos en los que para mí ser abuelo era un auténtico privilegio, toda una
categoría, un orgullo. La bella época de la
aparición de los hijos de mis hijos,
seres profundamente queridos fue como una inyección de juventud y de
optimismo, una nueva razón de vivir.
Aquellos chiquirritines, pequeños seres maravillosos que al tomar en
los brazos se convirtieron en el centro
de nuestras vidas. Con su cariño y alegría me brindaron infinitas horas gozosas
colmadas de regocijo. Pasé tiempo sin fin contemplando fascinado sus gestos,
sus mohines, sus manos... He asistido al milagro de su primera sonrisa, su
primer balbuceo, sus primeros pasos torpes y tambaleantes, la conquista
fascinante del lenguaje, el cómo inventaban palabras: pelílica, helicóptiro,
múmero...o como, por ejemplo, un buen día Rebeca leyó una frase pintada en el
suelo, entendió el significado y exclamó entusiasmada: "¡ya sé leer!" O Cristina que aprendió leyendo carteles del
modo más simpático posible.
He sido un abuelo afortunado que viviendo día a día su vida llenaron
la mía de emociones saludables, de ilusiones y buenas vibraciones. He
compartido con ellos desde dentro mil
aventuras por doquier, en el Campo Grande conociendo el nombre de nuestros
amigos los árboles, y plantando algunos de ellos que señalan fechas
significativas; por la cuesta del psiquiátrico encendiendo hogueras que tanto
les entusiasmaba; por las márgenes del río, callejeando por la ciudad; la
piscina era el gran atractivo del verano. ¿Cuántas excursiones hemos realizado
a la montaña palestina? ¿Recordáis el río de montaña en Fuente Agudín, entre
los pueblos Cardaño de Arriba y de
Abajo, de agua cristalina y tan sumamente fría que unas horas antes era nieve?
Todo ello experiencias enriquecedoras
para ellos.
Hemos comido en gratísima compañía "cienes" de veces, por y
para ellos aprendí a cocinar y descubrí los tres ingredientes, que llamo espirituales,
de la cocina: tiempo, cariño e imaginación. Mis nietos me concedieron el
honroso título de "mejor cocinero del mundo".
Hijas, vuestros hijos me han dado infinitamente más que les di, les debo más que me deben.
Familia, saber que sois felices me llena de gozo
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