ÍNFIMO MICROBIO
Valladolid 7-9-2001
Queridos hijos:
Ojeo un libro de astronomía y, verdaderamente que burrada de universo, la pobre
Tierra, nuestro mágico planeta Azul, pese a su sextrillón de toneladas de peso,
en medio de semejante enormidad no alcanza otro calificativo que átomo
irrisorio perdido en la inmensidad bruta del cosmos. Nuestro mismo sol con ser
un millón de veces mayor que el globo terráqueo, tampoco pasa de mediocre
estrella entre los 100 millones de ellas que forman la Vía Láctea, galaxia a
la que pertenecemos, la que a su vez no es más que otra nebulosa de los
millones de ellas que hay por ahí con tal cúmulo de astros que no me quiero
meter en el berenjenal de contarlo porque tales cifras sólo sirven para asustar
a la razón.
Pero, hijos, no
es esa únicamente la cuestión que me trae caviloso, es el tema de si aún durará
mucho tiempo el hombre sobre la
Tierra, porque algún día se extinguirá el fuego solar y el
Astro Rey se enfriará y encogerá y la
Tierra quedará reducida a un gran bloque de hielo donde resultará imposible la
continuación de la vida humana. Pero que enorme alivio, me entero por boca de
los astrónomos que, efectivamente, la catástrofe tendrá lugar, pero no antes de
un trillón de años, así que por ese lado tranquilo porque para entonces lo más
probable es que no esté allí, en absoluto me agradaría terminar tan malamente
como sería palmar y ser sepultado
teniendo por mortaja un glaciar.
Paro aún surge otra
gran pregunta. ¿Existe el hombre fuera de la Tierra? ¿Existirá otro planeta donde las
condiciones físicas resulten propicias para que se dé el fenómeno de la vida?
La multitud de astros es tan inconcebiblemente superabundante que lo más
probable es que no estemos solos, que no falte otro sol con su corte de
satélites y que en alguno de ellos haya
seres vivientes, es decir, que tengamos
hermanos lejanos y diseminados por el espacio, pero poco consuelo nos supone eso si en realidad
estamos más solos que la una, porque desde el punto de vista sideral es tal la
insignificancia de todo lo humano que nuestro febril actividad no supone más
que fenómenos locales efímeros y sin sentido,
sin significación. Las guerras, los terremotos, la caída de imperios, de
grandes ideas e ilusiones interesan en
esos mundos de Dios menos que el aplastamiento de una hormiga, que lanzar al
mar un grano de arena.
Ante tanto
misterio y grandiosidad me veo obligado
a ser humilde y sentir que mi pequeñez se acentúa al máximo, considerando que el pobre
animalito humano que soy, físicamente no alcanzo otro calificativo que ínfimo
microbio.
Hijos, a pasar de
todo, que vuestro vida sea un tejido e felicidad. Besos y abrazos
Félix
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