Historias de toda una vida

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viernes, 22 de agosto de 2014

07 ÍNFIMO MICROBIO



ÍNFIMO MICROBIO
Valladolid 7-9-2001
Queridos hijos: Ojeo un libro de astronomía y, verdaderamente que burrada de universo, la pobre Tierra, nuestro mágico planeta Azul, pese a su sextrillón de toneladas de peso, en medio de semejante enormidad no alcanza otro calificativo que átomo irrisorio perdido en la inmensidad bruta del cosmos. Nuestro mismo sol con ser un millón de veces mayor que el globo terráqueo, tampoco pasa de mediocre estrella entre los 100 millones de ellas que forman la Vía Láctea, galaxia a la que pertenecemos, la que a su vez no es más que otra nebulosa de los millones de ellas que hay por ahí con tal cúmulo de astros que no me quiero meter en el berenjenal de contarlo porque tales cifras sólo sirven para asustar a la razón.
Pero, hijos, no es esa únicamente la cuestión que me trae caviloso, es el tema de si aún durará mucho tiempo el hombre sobre la Tierra, porque algún día se extinguirá el fuego solar y el Astro Rey se enfriará y encogerá y la Tierra quedará reducida a un gran bloque  de hielo donde resultará imposible la continuación de la vida humana. Pero que enorme alivio, me entero por boca de los astrónomos que, efectivamente, la catástrofe tendrá lugar, pero no antes de un trillón de años, así que por ese lado tranquilo porque para entonces lo más probable es que no esté allí, en absoluto me agradaría terminar tan malamente como sería palmar y ser sepultado  teniendo por mortaja un glaciar.
Paro aún surge otra gran pregunta. ¿Existe el hombre fuera de la Tierra? ¿Existirá otro planeta donde las condiciones físicas resulten propicias para que se dé el fenómeno de la vida? La multitud de astros es tan inconcebiblemente superabundante que lo más probable es que no estemos solos, que no falte otro sol con su corte de satélites  y que en alguno de ellos haya seres vivientes, es decir, que  tengamos hermanos lejanos y diseminados por el espacio, pero poco  consuelo nos supone eso si en realidad estamos más solos que la una, porque desde el punto de vista sideral es tal la insignificancia de todo lo humano que nuestro febril actividad no supone más que fenómenos locales efímeros y sin sentido,  sin significación. Las guerras, los terremotos, la caída de imperios, de grandes ideas e ilusiones  interesan en esos mundos de Dios menos que el aplastamiento de una hormiga, que lanzar al mar un grano de arena.
Ante tanto misterio y grandiosidad  me veo obligado a ser humilde y sentir que mi pequeñez se acentúa  al máximo, considerando que el pobre animalito humano que soy, físicamente no alcanzo otro calificativo que ínfimo microbio.
Hijos, a pasar de todo, que vuestro vida sea un tejido e felicidad. Besos y abrazos
Félix

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