FERIAS Y FIESTAS PUCELANAS
Valladolid 12 Septiembre 2001
Queridos hijos: Estamos en ferias,
en pleno festival taurino, festejos en honor de Ntra Señora de San Lorenzo, y
estoy imaginando el alegrón de la Virgen con el cruento espectáculo, aunque yo
que sé, español atípico a quien no se le desborda el entusiasmo por torístas,
torerístas ni toreadores y en razón de ello,
hasta donde llego en lo de la
fiesta brava es que los toros son negros- azabache, mohínos o zaínos-,
hasta los hay bragados, y que los toreros se embutan en unos ceñidos trajes de
colores sandungueros, verde y oro, rosa y azul duque, rojo sangre y negro,
blanco blanquisimo... llenos de bordados, borlas y alamares, y algo más, poco,
del resto de la parafernalia de la fiesta: toreros liado a la cintura el capote
de paseo, toros y ganaderos, banderilleros que clavan unos palitroques
adornados con franjas españolas, varilargueros que actúan sobre un pobre
caballo vendados los ojos para no ver la bestia bruta que le embiste,
autoridades, pañuelos y trofeos, música de pasodoble que se repite sin
repetirse, monosabios, mulillas... .
Pero, tengo que admitir, digo que
algo más habrá oculto para mi que encandila y emociona a tantísimos, a juzgar
por las colas ante las taquillas, que son tumultuosas y precios de dejar temblequeando la cartera.
Será, se dice, la emoción estética que surge del peligro a la hora en que más o
menos artísticamente, se envía al cornilargo
directo al paraíso en plan mártir.
Para quienes tenemos ojos y no
sabemos ver ni comprender el rito y la liturgia, la expresión plástica y demás
elementos que forman el arte tauromaco, la fiesta del olé/ole, a grandes
rasgos, se reduce a un coletudo que con riesgo de la vida trastea y hace
filigranas poniendo un trapo rojo ante el morro del morlaco, un animal con
trapío y bravura, pero de una candidez patética, pues se va tras el burdo
engaño como una cosa tonta, y cuanto más bobalicón se muestre más méritos se le
atribuyen. Si contrariamente el cornúpeta es vivo y se muestra renuente a
entrarle al trapo, será calificado de blando y descastado. En opinión de los
aficionados, con o sin afición es tonto, el toro listo.
Y como el ritual de la corrida tiene
su conclusión en el sacrificio de la res con la estocada final, pero ocurre
frecuentemente que el espada falla con la tizona y si al desacierto le
acompañan bramidos lastimeros del condenado a la última pena, el cruento circo
resulta tedioso, sin arte ni gracia.
"Maestro, no hubo suerte, que
se le va a hacer".
A vosotros hijos, que os acompañe la
mejor de las suertes para que en vuestras vidas no falte emoción, arte, y
valor.
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