DON QUIJOTE
Valladolid, 31 de
Agosto de 2001
Queridos hijos: He leído
repetidamente el Quijote, la primera vez de estudiante en el colegio y en latín
macarrónico, recuerdo que más o menos comenzaba así: "En uno loco manchego
cuyo nomen no volo recordare...".
Es el libro más interesante y
divertido que se puede leer si pones en ello un poco de imaginación y buen
humor, no sólo viendo las cosas con puntual realidad, como el miedo
sanchopancista que le hacía ver molinos de viento lo que para Don Quijote eran desaforados
gigantes con quienes, por afición y amor a la gloria, después de encomendarse a
Dulcinea entabló fiera y descomunal batalla.
Eran muchos y poderosos sus
brazos hasta de dos leguas y le
rompieron la lanza, pero no el corazón, porque los "encantadores podían
quitarle con sus malas artes la gloria, pero el esfuerzo y el ánimo no era
posible", porque no había en el mundo imposible que no acometiera si la
sin par Dulcinea le favorecía.
De Alonso Quijano, quien por sus
virtudes ganó el renombre de Bueno, llamado por caballeresco bautizo Don
Quijote de la Mancha, nada se sabe de su nacimiento, nada se sabe de su
infancia y juventud. Nada se sabe de sus padres, pero algo sé yo, que entre su parentela
y descendientes está mi padre, Víctor
Alonso Quijano. Pero bueno, a lo que iba, el buen hombre de poco dormir y mucho
leer libros de caballería y tratar de desentrañar el sentido de intrincadas
razones: la razón que de mi sin razón se hace... se le secó el cerebro de
manera que vino a perder el juicio, rematando en el más extraño pensamiento que
jamás dio loco alguno, salir por el mundo a buscar aventuras deshaciendo todo género
de injusticias y enderezar entuertos.
Así, hablando consigo mismo
decir: "Quién duda sino que en los tiempos venideros, cuando salga a luz
la verdadera historia de mis famosos hechos..."
Dándose un baño de humildad otra
interesante cosa aseguraba, que los caballeros andantes eran hombres como
nosotros, con lo que nosotros podemos llegar a ser caballeros andantes como
ellos...
Enardecido por tales lecturas,
enamorado platónicamente de Aldonza Lorenzo,
una moza labradora de buen ver a quien encumbró a la gloria llamando Dulcinea del Toboso. En
defensa de su belleza tuvo lugar el famosísimo suceso con los mercaderes
toledanos ante los cuales el invicto caballero alzó la voz y con ademán
arrogante dijo: "Que todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa
que no hay en el mundo todo, doncella más hermosa que la emperatriz de la
Mancha Dulcinea del Toboso".
Aseguraron los mercaderes así
hacerlo, pero como no la conocían de nada les mostrase un retrato de ella así
sólo fuese del tamaño de un grano de trigo y lo admitirían sin más.
-Fementida y vil canalla -estalló
en ira el enamorado caballero-. Si la mostrase ¡Qué mérito tendría! La importancia está en que sin haberla visto
nunca lo habían de creer, jurar y defender.
Entre las raras aventuras de
esta verdadera historia, figura la justicia hecha por Don Quijote en los
galeotes, porque le parecía al ingenioso hidalgo injusto hacer esclavos a los
que Dios y la Naturaleza había hecho libres, allá cada quien con su pasado.
Dios hay en el cielo que se descuida en castigar al malo y premiar al bueno. El
pago por el logro de su libertad fue apedrearle y arrebatar su ropa. Viéndose
tan mal parado le decía a su escudero que hacer bien a villanos es echar agua
al mar.
Otra malandanza
caballeresca fue el encuentro con los
desalmados yegüeros que veinte contra dos dieron con ellos en tierra a
garrotazos. En casos así, decía don
Quijote a Sancho, cuando la gresca es entre canalla soez y baja ralea no
nombrados caballeros, correspondía al escudero tomarse la justicia por la mano,
a lo que el juicioso Panza repuso que él era hombre pacífico, manso y sosegado
que sabía disimular cualquier injusticia, con lo cual manifestó ser también
sensato y discreto.
Aventuras sin fin le salieron al
paso a nuestro invencible caballero dignas de contar, tales como la memorable
del rebuzno; La alta hazaña y rica
ganancia del yelmo de Mambrino; los
asombrosos lances que llevó a cabo
luchando y venciendo al gallardo y bravo caballero de los espejos y al
valiente vizcaíno; la descomunal batalla con los pellejos de vino, así como la increíble
proeza, la estupenda y nunca bien ponderada aventura de los leones, a la que
con inaudito valor dio feliz fin...
Como verá quien el ingenioso y
gustoso libro lea, Don Quijote vivió loco y murió cuerdo.
Hijos, que Dios os colme de
salud y alegría, sin olvidarse de mí.
Besos
y abrazos
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