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miércoles, 6 de agosto de 2014

31 DON QUIJOTE



DON QUIJOTE
Valladolid, 31 de Agosto de 2001
Queridos hijos: He leído repetidamente el Quijote, la primera vez de estudiante en el colegio y en latín macarrónico, recuerdo que más o menos comenzaba así: "En uno loco manchego cuyo nomen no volo recordare...".
Es el libro más interesante y divertido que se puede leer si pones en ello un poco de imaginación y buen humor, no sólo viendo las cosas con puntual realidad, como el miedo sanchopancista que le hacía ver molinos de viento lo que para Don Quijote eran desaforados gigantes con quienes, por afición y amor a la gloria, después de encomendarse a Dulcinea entabló fiera y descomunal batalla.
Eran muchos y poderosos sus brazos hasta de dos leguas  y le rompieron la lanza, pero no el corazón, porque los "encantadores podían quitarle con sus malas artes la gloria, pero el esfuerzo y el ánimo no era posible", porque no había en el mundo imposible que no acometiera si la sin par Dulcinea le favorecía.
De Alonso Quijano, quien por sus virtudes ganó el renombre de Bueno, llamado por caballeresco bautizo Don Quijote de la Mancha, nada se sabe de su nacimiento, nada se sabe de su infancia y juventud. Nada se sabe de sus padres, pero algo sé yo, que entre su parentela y descendientes está mi padre,  Víctor Alonso Quijano. Pero bueno, a lo que iba, el buen hombre de poco dormir y mucho leer libros de caballería y tratar de desentrañar el sentido de intrincadas razones: la razón que de mi sin razón se hace... se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio, rematando en el más extraño pensamiento que jamás dio loco alguno, salir por el mundo a buscar aventuras deshaciendo todo género de injusticias y enderezar entuertos.
Así, hablando consigo mismo decir: "Quién duda sino que en los tiempos venideros, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos..."
Dándose un baño de humildad otra interesante cosa aseguraba, que los caballeros andantes eran hombres como nosotros, con lo que nosotros podemos llegar a ser caballeros andantes como ellos...
Enardecido por tales lecturas, enamorado platónicamente de Aldonza Lorenzo,  una moza labradora de buen ver a quien encumbró  a la gloria llamando Dulcinea del Toboso. En defensa de su belleza tuvo lugar el famosísimo suceso con los mercaderes toledanos ante los cuales el invicto caballero alzó la voz y con ademán arrogante dijo: "Que todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo, doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha Dulcinea del Toboso".
Aseguraron los mercaderes así hacerlo, pero como no la conocían de nada les mostrase un retrato de ella así sólo fuese del tamaño de un grano de trigo y lo admitirían sin más.
-Fementida y vil canalla -estalló en ira el enamorado caballero-. Si la mostrase ¡Qué mérito tendría!  La importancia está en que sin haberla visto nunca lo habían de creer, jurar y defender.
Entre las raras aventuras de esta verdadera historia, figura la justicia hecha por Don Quijote en los galeotes, porque le parecía al ingenioso hidalgo injusto hacer esclavos a los que Dios y la Naturaleza había hecho libres, allá cada quien con su pasado. Dios hay en el cielo que se descuida en castigar al malo y premiar al bueno. El pago por el logro de su libertad fue apedrearle y arrebatar su ropa. Viéndose tan mal parado le decía a su escudero que hacer bien a villanos es echar agua al mar.
Otra malandanza caballeresca  fue el encuentro con los desalmados yegüeros que veinte contra dos dieron con ellos en tierra a garrotazos. En casos así,  decía don Quijote a Sancho, cuando la gresca es entre canalla soez y baja ralea no nombrados caballeros, correspondía al escudero tomarse la justicia por la mano, a lo que el juicioso Panza repuso que él era hombre pacífico, manso y sosegado que sabía disimular cualquier injusticia, con lo cual manifestó ser también sensato y discreto.
Aventuras sin fin le salieron al paso a nuestro invencible caballero dignas de contar, tales como la memorable del rebuzno; La alta hazaña  y rica ganancia del yelmo de Mambrino; los  asombrosos lances que llevó a cabo  luchando y venciendo al gallardo y bravo caballero de los espejos y al valiente vizcaíno; la descomunal batalla con los pellejos de vino, así como la increíble proeza, la estupenda y nunca bien ponderada aventura de los leones, a la que con inaudito valor dio feliz fin...
Como verá quien el ingenioso y gustoso libro lea, Don Quijote vivió loco y murió cuerdo.
Hijos, que Dios os colme de salud y alegría, sin olvidarse de mí.

   Besos y abrazos

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