TORO EN FIESTAS
Valladolid. 25
Agosto 2001
Queridos hijos: Toro es un pueblo
simpático que me hace tilín y muy complacido
he acudido a sus fiestas y, por supuesto, a su acto central, el vistoso
desfile de carrozas, un espectáculo lleno de luz, color y música.
Noche mágica para niños con el
corazón emocionado, padres y no pocos visitantes que nos hemos echado a la
calle para vivir el sin fin de alegres sensaciones que despiertan la docena de
carrozas que con sus enormes y artísticas figuras desfilan por la ciudad a
ritmo de la gran animación de charangas, comparsas, bandas de música y grupos
de animación. En absoluto se trata de carros engalanados por peñas, familias o
aficionados como ocurre en carnaval o en fiesta de la vendimia, sino de un
grandioso desfile -sin exagerar- no sólo el más afamado de la región, sino que
muy digno de figurar en desfiles de este estilo donde sea, Valladolid o Nueva York, ya que están realizadas con la
mejor de las técnicas, cuidando al máximo todo detalle y sin escatimar gastos.
Las creaciones son obrar
desarrolladas por artistas carrocistas nativos, destacando como principal
protagonista el "Rurro", un hombre cuya cabeza, exteriormente, luce
un tanto estrafalario con barbas y pelambrera por los suelos, pero con el
interior repleto de imaginación y entusiasmo, tal es así que nueve de la
totalidad de los montajes han sido confeccionadas por él: "Las Mil y Una
Noche"; "Taller de
Juegos" ; todo un señor barco del
Capitán Garfio.... La Carroza
de honor remolcada por enorme y artística
góndola en la que lucen su belleza la reina
de las fiestas y sus damas,
cierran la alegre y vistosa cabalgata.
De la regocijante festividad torensana, sin competición posible, el mayor atractivo para mí es la
fabulosa Marina, tan llena de gracia y
alegría. Cuando paseamos tomados de la mano, al apretarla siento que corre por
mi cuerpo algo muy placentero, pues aquellos deditos tibios y juguetones son
tan particulares y tienen tanta personalidad
que hay que prestar atención a cuanto dice, que dice mucho, y concederle la razón en todo, porque lo pide de una manera tan especial ¿a qué sí, yayo?
Y sintiéndome tan por completo
complacido no me explico la excesiva impaciencia por regresar a casa.
Hijos, que os vaya bonito
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