CIENCIA DEL ALMA
Valladolid 9 Agosto de 2001
Queridos hijos: Ocupaba con unos
amigos un banco de Zorrilla y se nos acercaron dos señoras explicando no sé qué
maravillosidad de la curación de uno a sí mismo con sólo el auxilio mágico de la fe, la fuerza de
todas las fuerzas, y aunque claramente manifestamos no estar en absoluto
interesados, con fanático entusiasmo, obstinadas y tenaces, casi estúpidamente
tercas, su propósito era hacernos prosélitos de su secta, espiritistas,
interpretes bíblicos, scentistas o
"ciencia del alma", creo que dijeron, nos largaron la letanía
que conocían de memorieta.
A ver si atino a expresar
satisfactoriamente sus razonamientos, que tienen tela marinera, porque según
afirmaron con rotundidad las alteraciones de la salud son una quimera que sólo
puede imaginarse acudiendo a las impresiones de los sentidos que mentirosos nos
engañan, porque las enfermedades y la vejez no existen. La explicación es de
una sencillez incomparable: Dios es insuperablemente perfecto, un espíritu infinitamente
bondadoso que nos hizo a su imagen y semejanza, por consiguiente no somos
materia, somos espíritu, esencia divina, y vamos a ver, ¿Dios está alguna vez
enfermo? ¡No! Pues nosotros tampoco, porque nuestro cuerpo no existe, sólo
soñamos que existe, y dadas estas circunstancias es sencillamente imposible que
el dolor sea una realidad; nuestro paso por este valle de lágrimas es un sueño
de vida en la materia, lo demás craso error, todo mentira, ante lo cual lo que
se impone es enviar al diablo a las farmacias y a los médicos, seres nocivos
fabricantes de las enfermedades, malhechores con la pretensión de curar lo que
no existe. Médico únicamente Jesucristo que sin drogas no sólo curaba ciegos y
leprosos, sino que hasta resucitaba a los muertos.
Seré reiterativo para evitar
toda duda, la falta de salud no pasa de ser una falsa idea muy perjudicial para los seres humanos, y
contra esa falsedad tan altamente peligrosa lucha la "curación por el
espíritu o ciencia del alma" difundidora por el mundo la salvadora
doctrina de la "no existencia de la enfermedad" cuya eficacia
curativa es de esperanza sin límite porque el milagro se produce porque puede y debe producirse con sólo
insuflar en la mente de la gente
la utópica idea de que los alifafes son pura y sencillamente un embuste sin pies ni cabeza, únicamente los
ciegos mentales limitados de cerebro,
los hombres sin fe y con absoluta falta de lógica tienen que soportar arrechuchos
y calamidades de salud, expuestos permanentemente a zamarrazos y patatús por más que usen sinapismos y
cataplasmas.
Queridos retoños, claro queda
que un falso parecer es la causa de nuestros dolores y quebrantos, o sea, que
nos robamos a nosotros mismos la salud, pero, verdaderamente sería fabuloso
poderme desprender de mi viejo cuerpo, particularmente de mi raspa espinal que
tanta guerra me da, pero ¡tócate las narices! Por mi escasa fe en este tipo de
creencias y carencia de la debida
espiritual candidez no soy capaz, ¡Qué pena!
Besos y abrazos
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