Valladolid 20 de agosto de 2.001
Hola jóvenes, aquí está vuestro viejo padre,
lo que queda de él, con el rollo diario: Aunque en pleno verano la tarde ha
sido estupenda, cosa de un solete que ha lucido alegre y acariciador, en razón
de ello, gozoso y optimista he paseado por el parque enfrascado en la idea de
que merecía la pena concederme una pequeña alegría de vivir, a la par que daba
unos buenos sorbetones de aire puro, y no hallé mejor manera de hacerlo que
tomar asiento en un lugar rodeado de vivarachos gorriones que mezclaban sus
píos y revoloteos con el correr, saltar y gritar sin tregua de la chiquillería,
organizando entre aves y críos un alborozado guirigay.
Los gorriones son pajarillos revoltosos,
inquietos, ruidosos y hasta lenguaraces, de un dinamismo singular, y a más de
todo esto, asustadizos, pero a la vez de una valentía que a veces los lleva a
temer a nada y a nadie y buena muestra de ello da un joven pardillo que con su
natural manera de caminar, a saltitos con las patas juntas, se me aproxima a
distancia mínima, inclina la cabeza a un lado y me mira estudiando mi actitud,
confía y picotea a mis pies diligentemente, de súbito hace un alto en su
glotonería para mirarme de nuevo, le resulto sospechoso y vuela hasta la rema de un árbol, pero como todo currante
que no come de gorroneo y ha de resolver el problema del condumio cotidiano,
regresa, remata la faena, y con rápido batir de alas escapa a reunirse con un
grupo de congéneres, con uno riñe y se pelea, luego se reconcilian para correr
presurosos a tomar un baño en un pequeño charco que se ha formado en torno a la
fuente. Se aproxima un niño tras su pelota y sobresaltados en un santiamén el
bando ha huido a gran velocidad a refugiarse en los árboles, para volver de inmediato
a la lucha alegre y decidida, irrenunciable, ya que por la conquista de una
miga hacen lo que sea necesario y llegan donde sea preciso, aún corriendo
serios riesgos, pero siempre con la gracia y la intrepidez que los caracteriza.
Habréis observado en numerosas ocasiones la absoluta solvencia con que se
soslayan todo tipo de riesgos: tráfico,
transeúntes, contaminación y en ocasiones llegan a las piruetas suicidas entre
los coches.
Bien sabido es por todos que los gorriones
son un notable caso de acomodo al medio del hombre, se han percatado que somos
excelente compañía, negocio redondo, tienen garantizado tanto el alimento como protección contra los
depredadores. Nosotros viviendo tan próximos unos a otras casi ni nos damos
cuenta y no les ocasionamos molestias.
He disfrutado en profundidad con el
alborozado bullebulle de los chiquilines y la compañía de los pardillos,
humilde ave urbana que no trina como los mirlos ni está pintado con los colores
de los jilgueros, pero tienen ganada nuestra simpatía y estima, este pajarito
independiente e inasequible al desaliento, en su lucha por la vida llevados por
sus valientes alas, al igual que los niños se les ve y se les oye por doquier,
llenando de alegres y contentos, a veces con auténtica desfachatez, calles,
plazas y jardines. Sin su grata compañía nuestra vida perdería puntos en gracia
y gozo.
Besos y abrazos de vuestro padre admirador de
pájaro, árboles y mariposas.
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