MUÑECAS RUSAS
Valladolid, 4 de Agosto de 2001
Querida hija: Son 120 los días
transcurridos desde aquel de tu intervención quirúrgica y restablecida
felizmente la herida abierta y logrado deshacerte de la abundante humanidad
echando fuera la chichi y tocinillo que colgaba de tu cuerpo, y como todo va
perfectamente bien y tu corazón salta de alegría muy justificadamente, porque
salvo error u omisión, cuántos son ¿20? ¿O ya son más? No sé, ¿25? Tal vez. ¿O
treinta? Sabiendo como bajas de muchos en muchos uno se queda de pasta de
boniato. Es una auténtica gozada saberte una Pili nueva, llena de buenas
vibraciones, saboreando los días que vas invirtiendo en lograr tu objetivo.
Van cuatro meses exactos de e-mails
diarios, sin faltar uno y estoy empezando a considerar misión cumplida, de
liberándome, relativamente, del compromiso del correo electrónico cotidiano por
la simple razón de que ya no me necesitas, suponiendo que alguna vez me hayas
necesitado. Seguiré escribiendo, naturalmente, aunque quizá no tan asiduamente,
ni tan en exclusiva, lo haré para todos los hijos en general.
Decir mucho es decir poco lo
satisfecha que te has de sentir encontrándote tan liberada, de ver brotar de tu
cuerpo otro nuevo, de mirar hacia atrás y hacia delante y reír feliz sintiéndote
como las muñecas rusas, una Pili dentro de otra, y otra, y otra más esbelta y
jovial, y otra más vaporosa y reidora, y otra más sutil y optimista...
Hija, ahora que comer tan
sobriamente, como un pajarito, harás bien desayunar faisán trufado con champán,
dormir a pierna suelta y reír mucho, muchísimo.
Besos y abrazos
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