AGUSTÍN
BEATIFICACIÓN
Valladolid 12 de Diciembre de 2009
Estimado Padre José: Perdón por la demora en mostrar mi
agradecimiento por la fina atención del envío de la biografía de Agustín, que,
por supuesto, he leído y releído con máximo interés, no sin quedar un tanto, un
mucho, desconcertado por darse la extraña circunstancia de tener de Liébana
desfavorable opinión, motivada por haberse mostrado conmigo, -sobre todo con
mis hijos- en plan gárrulo desbordado, acaparador total de la conversación,
contando chiste sin fin, no precisamente graciosos, y actuando tan desatento y
displicente que, en verdad, me dejo muy herido.
Pero vemos a ver, en modo alguno quiero ejercer de
abogadillo del diablo y como, además, también me inclino por la paz y la
alegría, creo que está puesto en razón reconsiderar los hechos, poniendo en
ello una buena dosis de sentido común para hacerme cargo de que lo tendría
merecido, pues si en opinión de infinidad de personas fue Agustín un ser
excepcional, un santo sacerdote, sumamente inteligente que sobresalía por su
alegría, entusiasmo, optimismo y cordialidad, con tanta sensibilidad y lleno de
calor humano.
Si era así, que amaba siempre, nunca rechazaba ni hería ni
hacía daño, si su espíritu se resolvía con la acogida, la compasión, el perdón,
la ternura y la misericordia, la lógica conclusión es que el desencaminado soy
yo, porque la diferencias en nuestro arte de vivir existía un abismo. O dos.
Perdón por el atrevimiento de reenviarle esta carta
que en su momento, y tal cual, envié a mis hijos, dado que el único interés que
puede tener es aclarar meridianamente que en las épocas que Agustín y yo
respiramos el mismo ambiente nuestro modo de actuar no coincidían precisamente.
Con absoluta sinceridad deseo que su trabajo
encaminado a alcanzar la beatificación de Agustín tenga pronto resultados
satisfactorios.
Atento y agradecido saludo
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