LA
NOCHE DE SAN JUAN
Melilla 24 de
Junio de 2001
M’ija,
te cuento: En noche lujuriosa de verano Melilla eufórica ha acudido a la playa
en masa a celebrar en la primera noche de San Juan del siglo XXI el rito ancestral
de la fogata, que aquí, como en casi todos los lugares, ha quedado reducida a
una fiesta para los ojos, pasiva, se trata únicamente de asistir a la quema de
una falla y el castillo de fuegos artificiales. Pirotecnia que a nosotros desde
la terraza no le ha faltado su pizca de emoción, puesto que los estampidos de
los cohetería dibujando palmeras evanescentes encima mismo de nuestras cabezas.
Yo
he llevado siempre a los nietos a la fiesta de la utopía efímera acercándonos lo
más posible al lugar del espectáculo, pero nunca había asistido tan a lo vivo y
directo como anoche, que nos hallábamos metidos literalmente entre las
estrellas de colores.
Yo
también he sido joven y la mágica noche de San Juan, llena de bullicio y
animación, cargada de emoción y nostalgias, la conservo viva en la memoria como
una incitante fiesta al aire libre con baile, saltos, cantes y olor a pólvora festiva.
Disfrutábamos
a lo grande la algarabía de las llamas y
cumplíamos con la tradición saltando sobre la hoguera chisporroteante. Esto en
cuanto a los mozos, las mocitas casaderas, cantando “a buscar el trébol, el
trébol...” se llegaban al prado en busca de un trébol de cuatro hojas que
guardaban como amuleto de la suerte.
Aquí
resulta típico acercarse al mar y mojarse los pies para atraer beneficios.
Rocío y María también lo hicieron, yo no, porque desear más suerte de la que
tengo resultaría pecaminoso. La relación entre el Santo y el agua viene motivada
por haber sido el que bautizó en el Jordán a Jesús.
Si
en mis mocedades, por la seducción que ejercían el fuego y la noche, pasaba el
año recogiendo enseres y trastes viejos para la pira, ahora que ya no quemo
sillas ni mesas en desuso, al menos imaginativamente, quemaré los malos
recuerdos, ¿te parece bien, mal o regular?
Abrazos de tu padre
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