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jueves, 29 de mayo de 2014

EL PRODIGIOSO CEREBRO DE EINSTEIN



EL PRODIGIOSO CEREBRO DE EINSTEIN

Melilla 29-30 de Mayo de 2001

Querida hija: Como no ignoras soy un lector compulsivo y no sé estar sin tragar letras a puñados todo el rato, afortunadamente cuento con la fácil solución de acudir a la biblioteca donde encuentro buenos e inteligentes amigos con los que paso largos y gratos ratos, me cuentas muchas cosas, me lo cuentan todo y siempre encuentro algo nuevo; hoy he detenido mi atención en un dato que más que asombro, lo que me ha producido ha sido perplejidad.

El sorprendente hecho tuvo lugar allá por los años cincuenta y poco, cuando a nosotros apenas nos habían echado los garabatos: “D. Félix, ¿queréis por esposa y mujer a Dña Obdulia y a ella os entregáis por esposo? O sea, remotamente lejano el día de hoy.

Pero dejemos estas “pequeñeces” y vamos a lo truculento, a la historia para no dormir. Se trata de la peripecia del cerebro de Einstein y del doctor que le practicó la contundente autopsia, pues se conoce que fascinado por lo que tenía entre manos no fue capaz de reprimir la tentación de que antes de enviar el cuerpo al crematorio, tomar la inquebrantable decisión de extraer la excepcional mollera y a la chita callando, sin decir ni mu,  quedarse con el prodigioso cerebro y guardarlo en una fiambrera  llena de formol.

Corrió el tiempo, esa cosa tan extraña que es el tiempo y del que el descubridor de la teoría de la relatividad sabía tanto, y recabado el correspondiente  permiso de la familia para ser manipulada y troceada la materia gris del científico en 250 porciones que a modo de lonchas de jamón de Jabugo fueron dispersadas por el mundo en laboratorios y universidades, que con el empeño de descubrir las razones de su genialidad ha sido estudiado bajo los mas potentes microscopios hasta el núcleo de la última célula y ¿sabes lo que han descubierto? ¡Nada! Es decir, nada especial, sólo una fisura, una falla, un defecto, una malformación que si en caso del Premio Nóbel de Física provocó la genialidad, ¡ojo!  Si hoy se descubre en un feto algo semejante se aconseja a la madre la interrupción del embarazo ante las dificultades psicológicas que podría presentar el futuro hijo. En todo lo demás está comprobado que no era diferente al resto de  los mortales; el 99% de sus genes eran iguales, exactamente iguales a los tuyos, a los  míos, a los de Perico de  los Palotes. ¿Qué te parece?

El día tremendo del Juicio Final, a la gran hora de la Resurrección de los Muertos, al señor  Albert  Einstein le va a  ser complicado recomponer su genial sesera.

Abrazos de tu padre,

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