Historias de toda una vida

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jueves, 8 de mayo de 2014

DORMIR ES VIVIR



DORMIR ES VIVIR
Melilla 8-Mayo- 2001
 Querida Pilonchi: Hablaba de sueño y sigo para  decir  que de dormir a pierna suelta a pasar las noche insomne es, ¿cómo lo diría? De tirarte de la cama eufórico y ver la botella de la leche del desayuno semivacía casi llena, o, con el ánimo por el suelo y ver el tal recipiente lleno vacío total. Tampoco es que dormir sea todo en la vida, pero sí bastante, tampoco es exagerar decir nada más ni nada menos que el 33% de nuestra existencia la pasamos planchando oreja, así es que no deja  de tener su importancia vital.
Qué dirías  tú si te dijese que en alguna medida la razón de la listeza infinita de Eintein se debía a su sueño, dormía diez horas en profundidad que le hacían el efecto de una píldora de concentrado entusiasmo, de ahí su frenética  actividad mental. Para que luego hablen mal del sueño diciendo que dormir es morir, ¡dormir es vivir!
No digo esto tirando piedras a mi tejado por ser un dormilón empedernido. Durante el  día  funciono más o menos normal, pero en tanto en cuanto empieza a atardecer soy hombre al agua, empiezo a soñar  con la hora  de agarrar la cama, pero es sabido por todos vosotros que cuando el sol emprende graciosa huida me produce un efecto devastador, las mandíbulas se  me duermen de tanto ahogar bostezos y borracho de sueño caigo en el catre, y no creo necesario decir que en absoluto necesito recurrir al socorrido incitador del sueño de contar ovejas para quedar roque total, es poner la cabeza en la almohada y caer redondo en los brazos de Morfeo.
Para decirlo todo de una vez: dormir es superguay, y soñar flipante, por dos razones de peso: primeramente al recordar  los sueños se entera uno en qué trabaja nuestra mente mientras roncamos, y “segundamente”,  mira, verás: Dicen los que saben de lo que hablan y no abren la boca sólo por no tenerla cerrada, que el hombre es un milagro químico que sueña, así que ala, venga, hija, a soñar, yo a convertirme en astronauta, y tú mejor, ¡en ninfa!, mejor aún, ¡en crisálida!, más mejor, ¡en mariposa!
Ah, y, oye, que a mí la  siesta me gusta más que a los cerdos las bellotas. Y me asiste una razón plenamente justificada: quienes practicamos el arte de sestear no somos listos ni nada: el corazón como un reloj suizo, la mente lúcida y una salud de tirar  p’atrás.
Como dice a Rocío una de sus chiquirritinas  alumnas,” adiós, flor-mariposa.
Tu apá

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