Ciertamente es una bonita forma de contar nuestra sagrada historia…
A ti, querido Yayo ¿quién te la contó?
Valladolid, 21 de Septiembre de 2001
Querida hija, atención Rebeca: Voy a dar completa respuesta a la pregunta que ha años me formulaste referida al modo y manera que Dios hizo a Adán y la edad en el momento de su creación. La respuesta se ha retrasado pero ha merecido la pena, porque hoy tengo información fidedigna y detallada de los hechos.
Daré primero contestación a la segunda pregunta tocante a la edad: Adán no tuvo madre ni tampoco infancia, luego niño no era; nació hecho todo un arrogante mocetón en plena juventud, 18 ó 20 floridos abriles, la edad de los ángeles ya hecho y derecho, como Jorge hoy, pero más guapo, y si hubiera tenido abuelo, mejor nieto, porque este nieto mío todo el rato se lo pasa despeinándome, ¡Qué irrespetuoso!
En cuanto al resto de los hechos, nuestro primer padre fue hecho artesanalmente, auténtica artesanía, y nada más y nada menos que por el mismísimo Creador, el más genial y venerable alfarero, máxima autoridad en el oficio. Es la única cosa que el Altísimo ha hecho a mano, todo lo demás le bastó pronunciar la luminosa palabra: "hágase" y brotó, por ejemplo, la luz de las tinieblas y de la nada el mogollón infinito de astros.
Qué profunda emoción imaginar al Supremo Hacedor tomarse la molestia de ensuciar sus celestes manos para llevar a cabo la pasmosa obra de arte que somos, la mayor extravagancia del Universo.
Cierro los ojos y con los de la imaginación veo a su Divina Majestad cavando tierra del Paraíso y, ajetreado, cargando como burro de tejero el barro; cernirla después con exquisita meticulosidad para eliminar calizo y chinas, mezclar con agua para que esponje y dejarla en reposo .
Finalmente, sin delegar en nadie la solución del cúmulo de complejidades, desgastar y modelar. Es lo más probable que usara delantal para preservarse de la humedad de la botijera pella, pero metiendo los brazos hasta el codo, rajadas las manos y agrietada la piel, los dedos con pizca de arcilla en las uñas. Y no sólo las manos, también los pies, dale que te pego al torno, y todo por puro capricho divino.
Hemos llegado al barnizado; aquí salta un oscuro detalle que otro día contaré, que ataca a Lucifer por su escalofriante descaro. Pero a lo que iba, allí tenemos al Todopoderoso atizando un horno auténticamente bíblico hasta alcanzar la temperatura necesaria para que después de doce horas de cocción, Adán no quedase crudo. El Sumo Hacedor mira satisfecho y complacido su tesoro de barro, le infunde vida con su aliento y un espíritu a su imagen y semejanza.
Ya tenemos a nuestro archirrequetebisabuelo corriendo de acá para allá por el Paraíso, pero tan solo que Jehová pensó que un hombre sin compañera resultaba un sujeto no completamente realizado, y qué broma maravillosa le gastó el Padre Eterno a Adán con lo de Eva.
Cuando el primer hombre sobre la tierra despertó y contempló dormida a su lado a criatura de tan singular belleza quedó absolutamente fascinado, no era para menos; una morenaza de ojos violeta, rostro encantador, tipo ideal, una mata de pelo azabache que caía en cascada espalda abajo hasta los pies. Para llevar a cabo tal portento de criatura con perfección digna de Él, la mayor maravilla salida de sus manos, el Supremo Acedor echó mano, no sólo de su divina imaginación y experiencia adquirida, también de un nuevo material más sutil.
Se dijo a sí mismo que de barro, nada, ni tampoco de la trigésima costilla, utilizó un sueño feliz de Adán, por eso la mujer es otra cosa.
Encantado se sentía el Divino Alfarero contemplando a la feliz pareja correteando entre flores, pájaros y mariposas por el Edén, jardín botánico del Cielo recientemente creado para ellos y que Adán conocía como la palma de su mano, apiporrándose de las más dulces y exquisitas frutas: mangos, piñas, guanábanas, chirimoyas, y pomarrosas, esa fruta con aspecto de manzanita...
Pero… nunca falta un pero, aquel gozoso vivir despertó el aborrecimiento de Luzbel, que verde de envidia y abominable lucidez no hallaba reposo tramando mil astutas estratagemas para perjudicarlos.
Probó primero convencer a Adán para que contraviniendo el mandato divino mordiera el fruto prohibido y fracasó rotundamente. Lo intento después con la pizpireta Eva entrando por el camino de la vanidad. Para ello Satán, con diabólica artimaña, se metamorfeó en víbora chirrionera, en pérfida serpiente pico de oro que de pronto se dejó caer del manzano y con gracioso y mordaz quiebro se plantó delante de ella.
Debió ser un reptil muy diferente a los que conocemos, una culebra magnífica, encantadora, elegante, parlanchina, simpática, persuasiva, tan fascinante que fascinó a Eva, y lo peor, Eva a Adán.
Nada de manzanas -chilló él- , pero Eva, según Adán, era una manzana muy rica y nada pudo hacer ante la fuerza de persuasión de los ojos de hurí y las suaves y melosas palabras de Eva.
- Vamos, Adancito, no seas así, Una manzana al día da salud y alegría.
- Bueno, bueno -cedió él como un bendito- si quieres tú, quiero yo, aunque no quiera.
Y mordieron la manzana indigesta que les devolvió el mordisco, pues de inmediato surgieron las discordias con mutuas acusaciones de culpabilidad al ser arrojados del Olimpo de la peor de las maneras: barridos a empellones por el arcángel en alto la espada de fuego.
Vino después lo de nuestro remoto tío Caín -Caincito para Eva- que por haber nacido contra las tapias del paraíso, perdido por algo ajeno a él, gastaba una mala leche impresionante e hizo lo que no tenía que haber hecho, el quijadazo en la cabeza del buenazo de Abel, trágico suceso que provocó el estallido del primer conflicto bélico mundial. Pero esa es otra historia.
Besos y abrazos
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