Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

viernes, 2 de noviembre de 2012

CAUTIVADORA REBEQUITA



Querido yayo Félix: otra hermosísima carta dedicada a nuestra encantadora Rebeca.
Reconozcamos que habría que darte un premio al visionario y un tirón de orejas como adivinador de tu propia existencia.
Clavaste la predicción para Rebeca, porque salió tan hermosa, encantadora e inteligente como augurabas (o más si cabe), aunque afortunadamente fallaste en ese no verlo, que como buen vejete que te creías (te creías vejete, bueno no lo creías), vaticinabas no ver esos progresos y a día de hoy continuas viendo y disfrutando de esta maravillosa mujer en la que –como bien decías- se convirtió.
Nunca cesa en hacer las cosas con calma, pensando en los demás más que en ella misma. Arregla más que rompe y es tan amante de su abuelo y le quiere tan hondo como él sigue adorando a  su nieta primogénita.

No quiero ni pretendo abrumar a mi niña con tanta alabanza, pero Rebeca merece todo esto e infinitamente mucho más.

Disfruta tu permiso como jovenzuelo estudiante y regresa al curatorio (o mejoratorio, que todos sabemos que a ciertas edades y por buenos que sean los médicos, ya no salimos quinceños de los arrechuchos) con ánimo de continuar tus estudios para sacar la mejor nota. Se te permite algún suspenso, pero no te vicies en ellos que esperamos un pronto aprobado con la matrícula de honor que mereces.

Que no te falte tu ración de mis besos, abrazos, achuchones y buñuelos de cariño.

Marisa Pérez Muñoz

CAUTIVADORA REBEQUITA

            En Valladolid a unos días del primero de enero del año que comienza 1980

Cautivadora Rebequita: Hoy, día de Navidad, no se ha hablado de otra cosa: estar a tu lado es como si fuera fiesta. En apoyo de esta afirmación está lo solicitadísima que estás en estos días; y es que anoche, Nochebuena, cenaste con todos a la mesa; por cierto que lo hiciste maravillosamente bien para ser la primera vez. ¡Uf, la que armaste! Yo, y todos claro, embobados te mirábamos como tontos. Lógico, como dominas el arte de hacer las cosas bien, donairosamente, con qué aire, pulcritud y seriedad te prendiste a las chuletillas de lechazo, y además y sobre todo otra cosa: dos docenas de ojos clavados en ti desparramando unánimemente chorros de admiración y tú ni te enteraste siquiera. Es que cuando haces lo que sea, te concentras y lo haces a fondo. Te caracterizas precisamente por la irresistible tendencia a prestar enorme atención a todo aquello que realizas, poniendo en ello todo el ánimo.

Al recordarlo me parece que fue sólo ayer cuando eras no más un rayo de esperanza. Has florecido tan rápidamente que en apenas docena y media de meses has llegado a ser algo grande en un recipiente chiquitín. Precisamente la indiscutible protagonista de la novela de la vida de tus padres, abuelos y demás parentela. Por meritos propios te has clavado en el epicentro de nuestros corazones.

Tu alegría, tu gracia, esa tremenda actividad sosegada que te permite tratar con gran exquisitez todo lo que tocas sin romperlo ni mancharlo, notable excepción en estos tiempos que corren; ese fascinante vivir intensamente; tus modales extraordinariamente suaves; las continuas y demostraciones de rapidez de mente y agudeza de inteligencia explican claramente que estás prevista abundantemente de carisma. Esa gracia dada gratuitamente por Dios a determinadas personas.
Sucede así, pues, precisamente por todo esto y por mil cosas más, que estás predestinada – y es opinión de todos unánimemente compartida-, a ser un maravilloso ser humano; aunque todo es vaticinio aventurado porque no se pueden subestimar los obstáculos que aún quedan por salvar, la primera prueba como ser humano la has pasado con clamoroso éxito.

Atiéndeme: no quiero que cambies porque a lo peor sucedería todo a al viceversa. Pero esa es otra historia que jamás sucederá ¿me lo prometes seriamente, Rebequita? ¡Sí! Naturalmente que sí.
Quisiera no envejecer para vivir gozoso comprobándolo, pero ya sabes que el tiempo nos atropella y en un dos por tres, tú te metamorfosearás en una bellísima joven y yo ya ni estaré para verlo. Me habré ido para dejar sitio, para dar oportunidades. Pues bien, si entonces leyeses esta carta sabrías que te admiraba enormemente y que te quería muy hondo tu abuelo:

Félix

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se tan educado en tus comentarios como quieres que lo sean contigo