Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

lunes, 27 de junio de 2011

LO MÁXIMO EN AMISTAD

Por causas ajenas a mi voluntad, nuevamente he de pedir disculpas por la tardanza en publicar esta carta recibida hace una semana.
Como veréis, se trata de la siguiente entrega de la vida mexicana de nuestro yayo; de los comienzos en la tierra que tuvo la suerte de disfrutar de los años floridos de este gran hombre que poco a poco va extrayendo de la mina de su memoria los preciados recuerdos con los que tanto nos hace disfrutar.

Seguimos a la espera de nuevas entregas yayete.
Feliz semana a todos.

Marisa Pérez

LO MÁXIMO EN AMISTAD  Lunes 20/06/2011 10:46

Queridos seres queridos:

Pues eso, como verdaderamente  eran grandes y sinceros mis deseos de integrarme en el ambiente, pronto fui uno más. Con esto quiero decir que tenía trabajo satisfactorio en el que era bien considerado y no me faltaban excelentes amigos, únicamente persistía el aislamiento nocturno, las largas noches de mucho pensar y poco dormir, pero también esto tuvo solución cuando tres meses después de mi llegada al hermoso y acogedor país aterrizó vuestra progenitora. Estoy hablando de finales del año 52.
La amistad es un valor profundo, el mejor regalo, porque los amigos son buenos para la salud y la alegría de vivir. Dice mi maravillosa hija, la que tiene nombre de gotita de agua al amanecer sobre las flores, que soy un ser privilegiado porque siempre encuentro el afecto y el apoyo de buenos amigos que parece están esperando que necesite ayuda para volcarse, echándome la mano que resuelve mis dificultades.
Rocío de mi corazón, no dejo de encontrar lógico que te sorprenda mi buena suerte, pero quedarás, no sorprendida, sino maravillada al conocer al matrimonio Alonso-Ceballo, Luis y Berta, lo máximo en amistad, pues por el hecho de unirlos estrechos lazos de amistad con mi hermano, desde el primer momento estuvieron pendientes de nosotros colmándonos de exquisitas atenciones, en grado tal que, colindante a su domicilio poseían un bonito chalé amueblado listo para ser ocupado y que gentil y gratuitamente pusieron a nuestra disposición. Pues bien, inmediatamente después de instalarnos en el chalecito, como vuestra madre llegó a México embarazadísima, tuvo lugar el gran acontecimiento que cambió nuestra vida: el nacimiento del primogénito.
La llegada al mundo del primer hijo es uno de los momentos más importantes y maravillosos de la vida, llenos de complejas emociones, sentimientos y satisfacciones, pero también conlleva responsabilidades e incertidumbres, pues no  deja de ser una fuente de miedos.
Vamos a ver, para haceros cargo plenamente de las circunstancias, abandona vuestra madre el Sanatorio y llega a una casa que apenas conoce da pasada, por supuesto debilitada  después de un parto difícil por problemas de dilatación de madre primeriza, alumbramiento largo, particularmente prolongado, toda una semana, y doloroso, muy doloroso. Aunque vuestra madre tenía las ideas claras y era luchadora, regresar con un bebe recién nacido sin contar con la experiencia de la madre y la ayuda de las hermanas, cierto que la emoción y la alegría se desbordan, pero como nadie nos había enseñado a ser padres, aquellos primeros días ¿qué hacer con una cosa tan pequeña e indefensa? ¿Cómo cuidarla y alimentarla? ¿Qué necesita, qué comprar imprescindible? ¿Qué hacer cuando llora sin motivo aparente? En verdad no sabíamos cómo actuar y cometíamos, sin duda, errores por falta de información o exceso de celo.

Pero no estaba sola, contaba con el tesoro de una amistas magnífica que no dudó en dejarlo todo para, ejerciendo de madre, prestar todo su apoyo, aconsejar, alentar, consolar y resolver problemas. Se ofrecieron, además, a apadrinar al recién nacido y el bautizo se llevó a cabo en la capilla del Sanatorio Español para cumplimentar la muy católica costumbre de pasar al chiquitín  por la pila bautismal antes de las 48 horas de nacido. ¿Cabe amistad más excepcional?
En verdad, todo eso, con ser tanto, no era todo, había más. Perdura en mi memoria su extremar con nosotros todo tipo de atenciones, entre  las más inolvidables, para mostrarse  siempre en deuda, mantener permanentemente las puertas de su casa abiertas de par en par, entre otras muchas cosas; como en México la televisión se inauguró oficialmente en el año 50 y ellos se contaban entre las escasas personas que en aquellos inicios poseían aparato de televisión,  dado que asistíamos a su casa con plena confianza y siempre recibidos con simpáticas sonrisas y cariño, cada noche acudíamos a su lado para sentarnos frente a la pantalla a ver juntos, diría que poco menos que fascinados, la gran novedad para nosotros, aquellos programas que empezaban a hacer furor: informativos, novelas, concursos, deportes…    
Recuerdo también con detalle una inusitada anécdota, más bien diría una ocurrencia caprichosa protagonizada por  Berta en momentos de nervioso enfado, evidentemente, porque propietarios de una importante y moderna fábrica de harina, su situación económica se lo permitía. Circulando en hora punta por una calle cargada de tráfico en su flamante Studebaker, 6 cilindros en línea que pese a ser un coche que realmente valía la pena por lo potente y fiable, sufrió una avería mecánica, organizando un pequeño caos circulatorio, bastante y sobrado para que por su condición de mujer tuviera que oír un sonoro concierto de bocinazos e injustos insultos, las frases machistas típicas “mujer tenias que ser”, “mejor estarías en la cocina” y otros improperios degradantes; tan avergonzada y humillada se sintió que en ese momento, fuera de sí, tomó la tajante decisión de cambiar de coche  y no volver a poner las manos en el volante del causante del mal trago. Y, en efecto, cambió de coche y el Studebaker quedó abandonado en el garaje. Pero no por mucho tiempo, porque me lo ofreció a precio de ganga y a pagar en cómodos plazos. Así fue como pronto tuve coche, de segunda mano, pero nuevecito.

Besos y abrazos.

Félix

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