Pido uno y hasta mil perdones por no haber publicado la carta del lunes, por eso hoy serán dos.
Abrazos de buena temperatura para todos.
Lunes 11/04/2011 10:06
Valladolid, 11 de abril de 2011
Querida Rebe y demás seres queridos:
Ayer, repantingado en la cómoda tumbona, practicando el saludable y típico deporte español de la siesta, bautizado por ahí fuera como “yoga ibérico”, dormía profunda y relajadamente, mas súbitamente despierto desnorteado; en tan inexplicable situación me hallo, que durante unos minutos, aún más dormido que despierto, fantaseo con la emocionante convicción de que algo excepcional me ha ocurrido: he fallecido, estoy en el cielo y sobre mi pecho se sienta, bajo la apariencia de un encantador niño, mi ángel de la guarda para cuidarme y guiarme.
Poco a poco se me enciende una lucecita que ilumina mi mente, y ya despabilado, plenamente consciente de la situación, pues no, no me he difunteado ni estoy en el cielo, ni tampoco se trata de un ángel niño; es un precioso crío de cinco meses, hijo de amigos, que Rebeca coloca sobre mi pecho. La graciosa criatura, sorprendida, me mira y remira, preguntándose –es lo que yo pienso- ¿Quién será ese viejo reviejo de piel arrugada y pelo blanco?
Yo también le miro atentamente, porque se dice que los viejos nos volvemos niños, y en cierto sentido es verdad, dado que con el ciclo de la vida perdemos facultades que en los niños aún no se desarrollan y como ellos nos volvemos débiles e indefensos, necesitados de atención, de ser aceptados y queridos. Tenemos que mirarles muy atentamente para saber cómo despertar ternura, para que como a ellos, nos profesen el cariño que llena de alegría el corazón de los ancianos,
Queridos seres queridos, por vuestra paciencia con este decrépito abuelo, besos y abrazos.
Félix
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