Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

martes, 25 de enero de 2011

LÓGICAS LIMITACIONES

LÓGICAS LIMITACIONES  Martes 25/01/2011 9:40

Querida Rebeca y demás seres queridos:

Ayer en el “Centro de Juventudes Jubiladas” nos dieron una charla en la que más o menos vinieron a decir que aunque seamos del año uno, por mucho que nos pese la añada se ha de tener muy presente que vivir no es sólo no morirse, sino existir, es decir, pensar, emocionarse, reír, gozar, sufrir, cantar, jugar, moverse…

No todas las personas, lógicamente, dependiendo de factores de herencia, medio ambiente, alimentación…, envejecen de igual modo, pero el envejecimiento es un proceso evolutivo sin marcha atrás y todos perdemos neuronas, nos disminuye la memoria, la estatura, vista, oído, la masa muscular, la cabeza se puebla de canas y la cara de arrugas, se reducen las capacidades funcionales, cardiacas, respiratorias, renales, en suma calidad de vida.

No obstante, dijeron animándonos,  pese a hallarnos próximos a la culminación de la existencia, por mucha juventud acumulada por detrás que tengamos resulta de importancia primordial no permitir que el ánimo decaiga y nos tumbemos derrotados, descansar será empezar a morir, y de morir nada, eso es lo últimos, como se suele decir, ¡que se mueran los otros! Es decir, aunque con las lógicas limitaciones, no se ha de dejar de pensar, de respirar, de moverse… Exactamente es lo que hago, ejercitar la mente, respirar lenta y profundamente, y aunque con las bisagras rechinando, con forma de cachaba y paso de anciana tortuguita, me muevo, ahí voy pian pianito repartiendo abrazos y besos.
                                Félix  

domingo, 23 de enero de 2011

FILOMENA, LA NIÑA PASTORA

                                                 
Esta historia no es cuento, aunque está narrada como si lo fuera, por su hijo Félix.
Además de la ya publicada “El día que nací yo” quiero que esta sea la primera  de la larga lista de cartas donde cronológicamente nuestro querido yayo Félix cuenta su propia vida y nos da idea del amor que aun hoy le profesa a su querida madre; mujer verdaderamente admirable y valiente ya desde tan niña.
Junto a estas “antiguas cartas”, iré publicando las que diariamente recibo y que tan buena acogida están teniendo por parte de los visitadores de este Blog.
Gracias a todos. Feliz semana.

Marisa Pérez Muñoz

FILOMENA, LA NIÑA PASTORA

La pastorcilla no tuvo infancia, su madrastra se la chafó enviándola al páramo a cuidar ovejas cuando apenas levantaba un palmo del suelo. Entre brezos y en pos del rebaño le salieron los dientes y le brotaron las muelas. Dicen los que entonces la conocieron que vestida con  una pelleja de oveja, abultando tan poca cosa y perdida en mitad del ganado parecía otra corderita más, la más desamparada y desvalida de todas.

         Con la evolución corren otros tiempos, ya no quedan mayormente niñas pastoras, y por supuesto, apenas lobos, y los pastores, ¡uf, qué cambio!, los actuales laborantes en el oficio, acuden bien entrada la mañana, rápida y comodamente al aprisco  en ciclomotor, convenientemente vestidos de cuero, reloj de pulsera; al hombro el radio-casette o la televisión portatil. No necesitan perro, su vehículo preparado para correr y saltar por el campo como galgo suple con creces la labor del chucho, manteniendo atado y bien atado al ganado. Añadimos a esto sus bien remuneradas ocho horas de trabajo de lunes  a viernes, disfrutando de la bendición de dos días de asueto a la semana.
        
         Antañamente era así: de sol a sol todos los días del año.
     Para mayor infortunio, nuestra pastora era despertada bruscamente  al alba por la madrastra al grito de "espabila pazguata", acompañado no pocas vaces con unos alpargatazos poco cariñosos que le dejaban el trasero ardiendo. Aún adormecida, tras un portazo, era puesta de patitas en el corral de la casa, donde apenas se alcanzaban a ver difusamente las cosas.

Con mucho movimiento de rabo, dando muestras de alegría, era recibida por Gran, un perro con vocación de madre. Las más de las veces volvia a coger el sueño y apoyada la cabeza sobre el lomo del chucho que con mimo y sumo cuidado avanzaba a pasos cortos; esquivando baches y cantos para evitar a su joven ama tropezones y traspies. Así cruzaban las calles desiertas del pueblo hasta llegar a las afueras, donde se reunían con los demás pastores para emprender juntos el camino al aprisco, una hora de larga caminata.

Una vez los pastores en el páramo se despiden, encaminándose hacia su majada; el pasaje donde se recoge de noche el ganado, para con las primeras luces conducirlo a pastar en diferentes lugares y así evitar la posible dificultad de entremezclarse y organizar un revoltijo de animales.

La zagalilla al quedarse sola y abandonada a su suerte se veía y deseaba para manejar el rebaño, que al ser guiado por una cría con escasa pericia, las ovejas se atropellaban  unas a otras y sin saber qué hacer terminaban por dispersarse.
Afortunadamente contaba con Gran; su perro lo era todo para ella, padre y madre, único amigo, ángel custodio, sin alas éste, y sobre todas las cosas el verdadero pastor del hato.
¿Qué hubiera sido de ella sin él? ¿Cómo podía cuidar de cien cabezas lanares quien tan necesitada estaba de cuidados? Apurada era la situación de la jovencísima pastora aplastada por la sensación de abandono y desamparo desde la temprana muerte de su madre; una mujer llena de amor; de aquellas de antaño, estoica, recia, íntegra,  tan especial que sólo tenía una falla, pero de bulto, inverosímilmente se dejó morir con  facilidad pasmosa.
Joven, llena de salud y vida, sin razón mayor, de un día para otro, digamos que sin más, hincó el pico como un pajarito y voló al cielo. No estuvo bien hecho lo que hizo, su desaparición supuso para la hija el diluvio, se le vino el mundo encima con la llegada a casa de una madrastra de rompe y rasga que de inmediato la envió al páramo a cuidar ovejas, siendo tan niña.
Andaba por aquel entonces entre los siete u ocho años, tan necesitada de protección que pasaba los días, del alba a la caída del sol, materialmente cosida a su can, correteando de aquí para allá por un brezal áspero, solitario y mudo. Peor aún, salpicado de lobos, alimañas que la ocasionaban espantos, desasosiegos, sudores y temblores sin cuento.

En aquella época la joven pastora batió todas las marcas del miedo.  Más  miedo pasó que nadie, o al menos tanto como el que más. Difícilmente puede sentirse terror mayor que imaginarse una cordera en las fauces de fieras famélicas, que es justo lo que a ella le ocurría cuando escuchaba con los pelos puestos en pie y sudando de angustia la exagerada embustería que corriendo de boca en boca pasaba por verdad, y de la que existía la grave sospecha de haber sido filtrada por la madrastra, una autentica madrastra de cuento de hadas.
Contaba el terrible y sanguinolento caso de un desventurado caminante que en una noche de nieve y viento -salvo los pies guarecidos en unas recias botas de minero con punta de acero y suelas tachueleteadas- había sido íntegramente devorado por una manada de lobos hambrientos. Se completaba el infundio con los detalles macabros de que las carniceras fieras, entre agudos aullidos se disputaban  los mejores bocados, empezando por la sangre, las vísceras y demás partes blandas que son lo primero que les gusta saborear. 

Ante una cosa así ¿qué se puede pensar? Mal, necesariamente.
    La madrastra -madrastra en el peor sentido de la palabra- lo que quizás pretendía, era servir a los lobos en bandeja de plata a la tierna criatura para que jugosa y exquisita, la quitasen de en medio de dos bocados. Malévola artimaña tramada con el propósito de alzarse con el rebaño propiedad de la huérfana recibida en herencia de su difunta madre. 

Para colmo, pese a ser Gran un perro sensato, con mucho sentido común y querer a su joven ama con devoción sin límites, tenía un lunar. En no pocas ocasiones, inconscientemente, por supuesto, la proporcionaba sustos y disgustos de agonía. El temerario mastín, bien puesta en su sitio la carlanca -collar de púas- no le temía a nada ni a nadie, así que cuando obedeciendo a su instinto tensaba las puntiagudas antenas de sus orejas y arrugando el hocico veía o venteaba algún osado lobo merodeando en torno al rebaño, perdía el control de sí mismo y convertido en tigre dispuesto a la caza se abalanzaba sobre su aborrecido enemigo y volando en su persecución se demoraba, a veces horas, lo que daba lugar a que la situación de la pastora se tornara desesperada.
- Por favor, por favor Gran- gritaba la pastorcilla - No te vayas, no me hagas eso, ¿Me oyes? ¡Ni se te ocurra! ¡Gran! ¡Graaan! ¡Graaaaan!

Todo inútil, como vocear al viento, pues siguiendo impulsos irreprimibles no veía ni entendía otra cosa que no fuese dar caza al aborrecido adversario. Las largas ausencias daban lugar a que la situación de la niña se tornara desesperada, sobre todo por la certeza que tenía de que las escapadas de Gran eran una astuta estratagema tramada por las taimadas fieras para que en su retirada, llegar ellas muy tranquilamente y dar buena cuenta de la pastora y del rebaño.
Gran tan valiente, tan listo y bueno como el can de san Homobono, nunca se dio por enterado de los miedos, sudores y temblores de su ama, y siguió con su vicio persecutorio hasta que los años mermaron su fiereza.

Claro que para entonces, con el rápido correr de los días y el natural proceso de maduración, había tenido lugar el cambio de niña a mujer.
La pastora cayó en la cuenta que  hallarse condicionada por un sentimiento de horror a los lobos no conducía a nada y dos opciones tenía: seguir permanentemente en la atmósfera agobiante o hacerlos frente.
Como también había llegado la hora de la reflexión, la conclusión fue que a lo único a que hay que tener miedo es al  miedo mismo, con el resultado de que, sin convertirse en una fanfarrona comedora de alimañas, sí llegó a corretearlas a gritos y cachabazos por el páramo.

         También, y como actitudes para ello no le faltaban, mejoró en la práctica del oficio. Lógicamente para quienes al ganado lanar sólo conoce  de lejos, sin información precisa, las ovejas no pasan de ser unos simpáticos animales baladores que dan lana y leche para hacer queso y gracioso aspecto: patas de alambre, cara confungida y circumpleja, nariz inverosímil y  ojos lánguidos, todas iguales, tan parecidas como dos gotas de agua, como los chinos en China,  que visto uno, vistos todos, pero para un pastor digno de así ser calificado, con trato diario y directo durante largo periodo de tiempo es obligado conocer sin la menor vacilación quién es quién y de que pata cojea cada cual.
Un pastor es como el psiquiatra del rebaño y sabe que en un ato de ganado ovino vario y plural, se encuentra amplia diversidad de personalidades que contrastan agudamente. Aunque la comparación no sea muy adecuada, en un grupo de ovejas, como entre los habitantes de un pueblo, hay de todo, hijos de todas las madres y, consecuentemente, todo tipo de temperamentos: nerviosas y flemáticas, audaces, apocadas, egoístas, sociables, narcisistas, y hasta guapas y feas; espabiladas y memas, graciosas y sosainas, sin faltar nunca la típica oveja negra siempre a la espera del momento propicio para descarriarse. Pese a ello, en general, estos rumiantes aferrados a su humilde condición de ovejas y su larga paciencia para practicar horas enteras a la masticación, resultan animales dóciles y disciplinados, fáciles de manejar, bastan dos silbidos, el ademan de arrojar una piedra y cuatro gritos raros, ¡eh, ai, ai, perro, aiii, eeeeh! Y obedecen como novicias.  En el rebaño de nuestra pequeña pastora las ovejas, por tener tenían hasta nombre propio, ideado atendiendo a su aspecto o particular condición de ser: Pizpireta, Alba, Borla, Bola de Nieve, Mora, Placida, Cuca, Pinta...

En otro orden de cosas, el pastor que se precie de serlo ha de dominar ciertas habilidades propias del oficio: contar el rebaño de un vistazo, escupir por el colmillo lejos y con precisión, silbar profesionalmente con dedos y sin ellos, tirar piedras a sobaquillo con habilidad y tino. Lanzando guijarros de forma plana y redondeada al río cortando el agua, nuestra pastora llego a dar sopas con honda al más pintado.
Ella explicaba: se ha de hacer del siguiente modo: se lanza elegantemente la lasca de modo y manera que se deslice rápida y suavemente por la superficie, primero con un gran salto, después otro menor, menor, menor, menor aún, todavía menor, menormenormenormenor,  hasta rematar en remolinos de graciosos rizos próximos a la orilla opuesta. Todo un arte.

Sintiéndose de continua acechada por los lobos, manteniendo a raya reticentes moscas, con calor o frío, silencio y soledad, gozando días alegres o contrariamente de tristeza avasalladora al evocar los dulces besos y caricias llenas de cariño materno, pastoreó sus ovejas y su vida por un páramo  en que pastora, perro y oveja compartieron venturas, aventuras, y desventuras, y que siendo la misma cosa formaban parte del paisaje, fueron paisaje hasta cumplir la mayoría de edad en que rompió las ligaduras que la encadenaban a la madrastra y  volvió a la vida, floreciendo en una mocita linda, alegre y feliz; preparada para lo que la vida y el destino tenían escrito para la joven pastora.

viernes, 21 de enero de 2011

FELIZ FIN DE SEMANA

  viernes 21/01/2011

Querida Rebeca y todos los demás seres queridos:
¡Ooo, la la, viernes! Viva la alegría y la emoción del fin de semana que os la deseo magnífica de verdad, relajada, pacídica y cordial, en un ambiente de sana jovialidad y propósito de no entristecerse  por nada ni enfadarse con nadie, unido a la mejor disposición para  ayudar a los demás a ser felices compartiendo con ellos los buenos pensamientos y sentimientos.

Por supuesto, sin que os falte la ración diaria de buen humor que  os lleve a contemplar el mundo y sus olrededores como cosaamable y divertida, con capacidad para considerar un despropósito la falsa idea de que no es bueno ser demasiado bueno, cuando la  realidad demuestra que nunca se es demasiado bueno. 

Y, vamos a ver, ¿porqué no? sin hacer daño a nadie dar contento y buenas cosa al cuerpo, que para eso está hecho. Lo demás, todo lo demás es lo de menos.

Con todo mi cariño  abrazos y besos.

Félix

jueves, 20 de enero de 2011

MIMAR AL CORAZÓN

20/01/2011
Querida Rebeca y todos los demás seres queridos:
 Mi tocayo es un perfecto hombre de bien, un alma buena por naturaleza, consecuentemente, el apelativo “Félix el Malo” no tiene relación con la conducta, la razón es cuestión de salud, un tubo de plástico le recorre el cuerpo desde el tobillo al corazón en sustitución de una arteria averiada.

Inevitablemente, con el corazón de mi amigo seriamente herido, el mío con una cantidad enorme de latidos a su espalda, a ojo de buen cubero, y si mis cálculos son correctos, próximo a los trescientos millones, que ya son pulsaciones. A esto se ha de sumar que las complicaciones cardiacas son la causa principal de la muerte de la gente, y por añadidura, como nadie está libre de una muerte repentina, son motivos sobrados y suficientes para tomar cartas en el vital asunto para recabar información sobre las causas que ocasionan el problema y como evitarlo en lo posible.

No se puede ignorar que el origen de las mismas proviene de un equivocado ritmo de vida, inadecuada alimentación, estrés, enfados, falta o exceso de ejercicio…De ahí que al primer dolor pectoral surja la temerosa pregunta, ¿Estoy sufriendo un ataque cardiaco?

Vamos a ver, un ataque se produce cuando una arteria coronaria encargada de suministrar sangre al corazón es una autopista de colesterol convertida en una carrera de obstáculos y el dolor que sufre la víscera cardiaca es señal evidente e inmediata del accidente, que de tratarse de un dolor sordo con fuerte opresión en el centro del pecho que irradia hacia el pescuezo y la mandíbula es indicación de que se trata de una angina de pecho, que suele sobrevenir de un esfuerzo intenso y está provocado por un coágulo que bloquea la afluencia de sangre al corazón. Con el reposo suele desaparecer.
Por otra parte, el temido infarto también hace su aparición en forma de intenso dolor, pero se diferencia en que desde el pecho se extiende al brazo izquierdo. Es más grave y deja secuelas por la falta de oxigeno que ha creado.

No cabe vivir guiados por la ignorancia, queda meridianamente claro que al músculo cardiaco hay que llevarlo en palmitas, tratar con mucho miramiento considerando que nos ha de durar toda la vida y que la tal vida no retoña. Pero ojo al dato, mimar al corazón resulta sencillo, consiste en llevar un ritmo de vida gratificante que nos permita disfrutar de las mil pequeñas  cosas cotidianas sin exceso de prisas por nada, seguir una alimentación correcta pobre en grasas  y rica en frutas y verduras. Si estamos bien surtidos de sentido común y queremos que nuestro corazón  funcione como un reloj suizo, hemos de evitar acelerones que obliguen a la válvula cardiaca a latir atropelladamente, alejar de nuestro lado desasosiegos, inquietudes, nerviosismo excesivo y emociones fuertes, porque cierto que de algo hemos de morir, pero como sólo se muere una vez, no hay que dar motivos para que ésta se precipite, que espere un poco todavía, no hay prisa.

Queridos seres queridos, vuestros corazones en estado juvenil con capacidad para arrebatos de entusiasmo y pasión  están lejos de tales problemas, pero no estará mal, nada mal, tomar buena nota de que hay que aprender a ser buenos viejos cuando se es joven.

Abrazos, besos y os quiero ver a todos saludables, en paz y felices.

                                  Félix


martes, 18 de enero de 2011

LOS PUENTES DE MADISON

 Tras cerrar la puerta, cada casa encierra una Franchesca que sin darse cuenta, espera que su amado se convierta en Robert.
No desea cambiarlo por otro porque es el que ella misma eligió enamorada, aunque diste mucho de ser lo que esperaba a cambio de darlo todo... No sólo de pan vive el hombre... ni la mujer

Muchos y grandes besos.

Marisa Pérez

17/01/2011 22:13

Querida Rebeca y todos demás seres queridos:

 Reconozco que tocante a cine soy un tipo raro, raro, raro, será, supongo, por la razón de que abundan las películas basura. Por supuesto, tampoco escasean las estupendas. Por citar una, la que acabo de ver en la tele: “Los puentes de Madison”, un drama romántico, sencillo elegante, emocionantes, magníficamente interpretado por la bien formada pareja, Maryl Steep, (Francesca) y Clint  Eatwood, (Robert).
Vamos a ver, el esposo y los hijos realizan un viaje turístico de fin de semana, la esposa no les acompaña; con tal decisión la tranquilidad y el monótono siempre igual de ella -Francesca- una buena y plácida ama de casa de mediana edad, se ve perturbada con la llegada  ocasional a su granja de un talludo fotógrafo de la revista Nacional Geographic que realiza una serie de fotografías del Puente, con cuya presencia la vida de la granjera cambia; conoce un mundo distinto a la rutina diaria y sensaciones que nunca antes había vivido, ello en razón de  nacer en la nueva pareja un verdadero, apasionado y otoñal amor a primera vista.
Contado a grandes rasgos, Francesca, con el corazón contento y bien dispuesta a la alegría, en la gozosa circunstancia que viven suya es la  iniciativa en todo momento  y suya la invitación  a cenan en su casa.
Maryl, excelente actriz, me encanta, está muy bien como exterioriza su alegría, por poner un ejemplo, eligiendo y estrenando un vestido para la ocasión y mostrándose activa con movimientos de manos nerviosos y simpáticos.
Cuatro días viven los enamorados repletos  de alegría y buen humor, disfrutando de la magia del amor y de todo lo bonito  y emocionante por lo que están pasando, pero llega la hora de la despedida con el regreso de los hijos y el esposo a quien acompaña a la ciudad, y en esos inolvidables momentos finales, ante el semáforo rojo y verde, están las escenas realmente emocionantes, llenas de gestos sin palabras.
Llueve a cántaros, empapado, chorreando agua el hombre íntegro, duro que vive recorriendo el mundo, llora de amor bajo el aguacero. Ella con lágrimas en los ojos y la mano en la manilla del coche resiste la fuerte tentación de dar un paso fundamental en su vida, escapar hacia la libertad, hacia la felicidad, hacia el amor, pero la responsabilidad, o el temor a la sociedad, al futuro, a la seguridad económica, al dolor de romper con el esposo, que aunque ya no existe ni un atisbo de pasión, se basa en  el cariño a los hijos y en esos mil detalles que hacen que las parejas duren, aunque el amor ya se haya agotado.
No me resulta sencillo juzgas si la decisión de Francesca fue acertada y coherente, si actuó valientemente, o se mostró cobarde, o quizá egoísta optando por lo fácil, renunciando a sus sueños para volver a ser la apacible madre incapaz de sacrificar el bienestar de la familia; no aventurarse en una hazañosa andanza que sabía cómo había empezado, pero no como terminaría.
Queridos seres queridos, pues eso, en definitiva una bonita y triste historia de amor que no tiene un final feliz.

                      Abrazos y besos.

                               Félix