¿CUÁNTAS HORAS TIENE MI VIDA?
Valladolid 4 Septiembre de 2001
Queridos hijos:
¿Cuántas horas tendrá mi vida? Veamos, llevo vividas: 365 x 24 = 8.760 x 80 =
700.000, casi nada. ¿Cuántas me faltan aún por vivir?
Las que sean no
me apetece en absoluto vivirlas al tuntún, sin otra ocupación que la
inactividad, porque ese sólo matar el tiempo propio de los viejos es una
tontería como un queso puesto que un día más es un día menos, el de hoy ya
pasó, ¿mereció la pena? Daré un repaso a los cabos atados: me tiré de la cama a
las 5 de la mañana, mi hora habitual de hacerlo, porque el catre y yo, si no es
dormido, ni yo para él ni él para mí. Dediqué largo rato a leer a José Pla, un
escritor que me emociona, seguidamente escribí y pasé al ordenador esta carta,
posteriormente bajé a la compra y preparé la comida. La cocina me proporcionas
satisfacciones, entre ella el afán de hacer las cosas bien para alegrar
paladares. Luego dediqué un par de horas a los amigos jugando al billar y al
mus. A renglón seguido de la comida la siesta, que me gusta más que a un tonto
una tiza.
La tarde la
dedica más bien al dulce ocio, el quehacer de no hacer nada, a no ser pasear y
pensar. Hoy, por ejemplo, he dado en cavilar que a mi edad y tal como están las
cosas, lo que me conviene es no echar mucho los ojos para atrás ni para
adelante, aferrarme al momento presente y disfrutarlo con todas las
consecuencias.
En conclusión:
tal vez por este mi modo de huir de no hacer nada, de vivir relativamente
activo gozo de buena salud, salvo la raspa dorsal; el corazón me funciona como
un reloj suizo, los riñones se mantienen en buen estado; la red de casquerías,
el hígado, sano como una manzana y el estómago, mejor imposible, todo, claro,
considerando que soy un octogenario, lo que no es ninguna tontería.
En tocante a lo
mental también trato de mantener en movimiento el engranaje para evitar en lo
posible me falle la cabeza, es decir, las neuronas, esas células que componen
el cerebro, porque ya se sabe lo que sucede cuando dejan de funcionar, que la memoria
se te diluye, la imaginación se seca y el cerebro se niega a seguir pensando con claridad y entonces los
recuerdos no tienen opción, ni la vida sentido y se vuelve neutra, sin razón,
sin pasado, ni presente, ni futuro, ya no será ni rosa, ni azul, ni triste, ni
alegre, ni presente siquiera.
Ese quedarse
hecho una estatua sin funciones cerebrales, precisamente porque el cerebro se
va sabe Dios donde para quedarse sin voluntad para decidir sobre el cuerpo ni
sobre la inteligencia es lo que nos amedranta no poco cuando nos hacemos
viejos.
Hijos, que en
vuestros corazones reine la sencilla alegría de la paz y del amor.
Besos
y abrazos
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