OLORES
Y SABORES
Melilla 28 de
Abril de 2001
Querida
Pilonchi: Cada día paseo por la orilla del mar sosegadamente y desestresado
llevando por buen y entretenido
compañero a Bruno, cuyos ojillos semiocultos, todo lo escudriñan y su
hociquillo curioso y sensible no deja nada sin olisquear. Dicen personas que lo
más probable es que alguna vez fueron perros,
y en razón de ello saben que
estos animales pueden percibir miles se aromas diferentes. Si ellos lo dicen,
verdad será, porque lo que resulta innegable es que el sistema olfatorio en los
canes tiene enorme importancia. La pasión de los perros son dos: marcar
territorio, en el caso de Bruno con dos gotitas de pis en cada lugar a
propósito que halla a su paso, y olisquearlo
todo, cada rincón, esquina, y no digamos si encuentra un congénere, no pasa sin
oler y reoler minuciosamente.
Yo
he gozado, o padecido, un olfato similar al de estos buenos amigos del hombre.
Mi vocación frustrada ha sido la de oledor de perfumes. Tenía cualidades para destacar, hubiera llegado
lejos. Siempre he percibido los olores de forma más intensa que el resto de la
gente, y el sentido del olfato me ha producido un flujo constante de
información, cualquiera molécula odorífica que flotase en el aire llegaban a
mis orificios nasales cargados de detalles
informativos que me han servido tanto de defensa como para apreciar
datos gratos o como causa de irritación: el olor a raposa de las bisagras
sudadas de personas poco aseadas, la
ropa de los fumadores, un escape de gas, el exquisito aroma de los alimentos...
El
sentido del gusto sólo recoge cuatro sabores, el ácido, el salado, el amargo y
el dulce, las demás sensaciones que creemos gustativas dependen del olfato. El
olfato, muy relacionado con el gusto, evoca muchos recuerdos, la capacidad de
percibir los olores llevan al fondo de
los recuerdos, y, por supuesto, envía datos
a la zona del cerebro que
controla las emociones.
Con
los años he visto mermada notoriamente
mi capacidad para apreciar los olores, y la perdida del olfato lleva
aparejada la pérdida del gusto. En esto, como en tantas otras cosas, no soy en
absoluto quien era. Las neuronas encargadas de recoger las sensaciones
olfativas ya no rulan como lo hacían, y es que las pobrecitas, la que no
está coja está manca, qué pena.
Este correo tan largo me está empezando a oler a
chamusquina, así que corto el rollo y mañana será otro día.
Adiosito del bueno de tu apá.