ALEGRE DESPREOCUPACIÓN
Valladolid 1 de Agosto de 2001
Queridos hijos: Viajo en autobús, un corto pero animado trayecto
porque dos señoras más bien gorditinas, jamonas, hermosotas, tarascas,
garrulas, espontáneas, de las que no viven de apariencias, abordaron el
vehículo, y culigordo y paticortas no sin dificultad, pero salvada ésta lo
celebraron ruidosamente con voces y estridentes carcajadas.
Con el calor, -ellas lo dicen en femenino- con la calor que lo invade
todo, los termómetros callejeros rebasan
los 40º, el silencio se hace imposible, el frío vuelve a la gente
hermética, el calor locuaz, y los viajeros dejándose llevar por el eufórico
charloteo de las recién llegadas se lanzan a parlar a gritos de lo que saben y
de lo que ignoran, pronto el charloteo se hace general y rueda por todo el
autobús.
En ambiente de moderada simpatía se habla de piscinas, de mar, de
montaña, de vacaciones. Alguien aseguró que el año pasado no fue así, que el
calor no apretó tanto. Mala memoria porque el año pasado ocurrió todo de igual
modo, son las temperaturas propias de la época del año.
Entre golpes de abanico se tuvo un nostálgico recuerdo al botijo,
aquellos botijos lloranderos que con anises hacían un agua fresca y exquisita,
lo que dio lugar a que un gracioso soltando un toque de humor gritase:
"conductor, pasa el botijo".
Se celebró con un ataque de risa general. Una señora de abundantes
domingas que con un generoso escote las hacía protagonistas, sudando a chorros
por cada uno de los poros del cuerpo
abiertos de par en par, gritó desafinando que qué calorón tremendo y lo bonito
que resultaría que de repente se pusiese a nevar.
-Ah, no, eso no. Que siga el calor, lo prefiero al frío- protestó una joven flacucha, rubia y pecosa.
-Lo que quiera el cielo será -aseguró una de las dicharacheras
pasajeras riendo a chorro limpio-.
La risa es sana.
Las pintorescas señoras abandonaron el transporte público con la misma
algarabía con que lo habían abordado.
También era mi parada.
Hijos, lo que quiero decir, y es a lo que iba, que vosotros procuréis,
aunque a ser posible un poco más recatadamente, que tampoco os falte la
jubilosa alegría de vivir, porque ya se sabe que la alegría es una virtud.