LAMENTABLES CAPRICHOS
Melilla 3 de Junio de 2001
Querida Pilonchi, te cuento: Parece que no está de moda lucir cartón y
el otro día me topé con un viejo conocido que tiene la tolondra sembrada de
agujeritos -tal como si le hubiera picoteado un grajo- y la coronilla recosida,
se ha hecho un transplante  capilar. 
Si tuviera que manifestar mi opinión diría que son detalles cutres de
nuevos riquillos que persiguen bienes tan espirituales como acumular duros con
los que satisfacer tan lamentables caprichos que provocan risa y lástima, y que
si se atreven a manifestarlo es porque llevan 
dentro una cara dura impresionante que dejan suelta sin rubor, sin duda
porque  creerán con sus cuatro pelos
nuevos hechos creer artificialmente quienes no les conocen los tomarán por el
lobo que se comió a Caperucita, pero para quienes les conocemos de lejos no
será  más que una presumida  perdiz con ligas.
Todos conocemos algunos de la caterva de personajes petardos que
necesitan recurrir al quirófano para corregir 
las arrugas y esculpir la figura esquiva para  sentirse a gusto consigo mismos. Da grima el
espectáculo zascandil de ver gente que huyendo de la decrepitud que la
naturaleza les va dejando  se suplantan a
sí mismos disimulando la edad, quedando como cascarón abrochado con tantas
cicatrices lamentables, liposucciones y arrugas mal disimuladas. 
Son mogollón las momias o marionetas que producen estremecimientos de
repulsa verlos pavonearse como almas en pena que con sus barridos de las  muecas del tiempo recosiendo las caras logran
apenas que vistos de lejos, de muy lejos, presenten un aspecto casi
adolescentes, pero vistos con mayor proximidad claramente se ve son viejos
artificiales mal disfrazados de  jóvenes.
Los hombres nos distinguimos de los animales en la percepción del
tiempo. Los animales nacen y perecen desconocedores  de su destino mortal; el hombre conoce la
inexorable certeza del tiempo y lucha contra la decrepitud con la satisfacción
de saber que con el tiempo maduramos y somos, o debemos ser, más sabios, más
virtuosos, más humildes, más  hombres.
Pero, ¿cuánta  hombría y humildad puede
esperarse de quienes pretenden esquivar en acoso del tiempo, pretendiendo no
ser viejos nunca?
Tú vete preparando desde ahorita mismo para que cuando llegue el  momento sepas ser una viejita digna, y hagas
la vida respirable a los demás. Te lo dice tu padre para justificarse ante su
propia conciencia.
Abrazos

