Querido yayo Félix: No puedo estar más de acuerdo contigo, pues aunque soy poco contempladora de amaneceres, sí lo soy de atardeceres y puestas de sol maravillosas como las que podemos disfrutar cada día; mucho más en otoño.
Ningún director de cine, fotógrafo o diseñador, es capaz no ya de igualar, si no de plasmar con verdadero realismo lo que el cielo nos regala cada día con sus antojadas nubes coloreadas por el sol; ni un día igualado a otro.
Ahora tienes la suerte de disfrutar todos los amaneceres desde un lugar privilegiado. Estoy segura que tú eres artífice y diseñador de ese espectáculo maravilloso para que cada día nos acordemos de ti. Gracias, pero no es necesario porque eres inolvidable.
Ahora me despido hasta la próxima enviándote un gran abrazo para que se lo entregues mi padre, y le pidas que te de otro de gran intensidad que yo le envío para ti.
Dulces sueños a los dos yayos más rechulos y guapísimos.
Marisa Pérez
ALEGRE MANERA DE EMPEZAR EL DÍA
Valladolid, 25 de
Noviembre de 2001
Queridos hijos: He hablado con Rocío y ha
mencionado al sol y al mar, lo que me ha refrescado la memoria respecto a que
siempre he sido un apasionado contemplador de amaneceres sobre el mar.
Aún recuerdo vivamente la primera vez. Era joven y viajaba en tren, de
Valencia a Barcelona, con mi madre visitando a mis hermanos.
Al paso por Tarragona yo dormía y la autora de mis días me despertó
para que no me perdiera la espectacular y emocionante salida del sol sobre el
Mediterráneo. También contemplé espectaculares nacimientos del día viajando en
barco hacia México; desde Acapulco en el Pacífico, y más recientemente en
Melilla, que me tiraba de la cama aún
oscurecido para contemplar desde el
perfecto mirador de la casa de Rocío
frente al mar la salida del sol.
El espectáculo es, a mi entender,
una de las maneras más alegres y
saludables de empezar una jornada. Ser testigo presencial de cómo tiene lugar
el nacimiento de un nuevo día permite contagiarse de esa magia especial que
irradian las primeras horas de la
mañana, en las que se van borrando las estrellas del cielo, la oscuridad se
desvanece para dar, poco a poco, paso a la luz.
Contemplando el amanecer siente uno
como que la vida es más alegre y menos conflictiva. Los primeros rayos de
luz hacen que algo se renueva en el
cuerpo por dentro y por fuera. La amplia gama de colores que se despliegan ante
tus ojos con la llegada del Astro Rey es -me atrevo a decir- una terapia
natural que agradece la piel y la vista.
Dicen los expertos, y cierto ha de ser,
que también ejercen acción beneficiosa sobre las células cerebrales, removiendo
las neuronas, produciendo marcada
sensación de bienestar.
Hijos, ser contemplador del día es
comprobar en cierta medida que los milagros existen y son cosa de cada día si
se mantienen bien abiertos los ojos para percatarse de ello. Y sobre todo, aún
a mí ya mayorcito, me hace ilusionarme y fantasear con la idea de que todavía
me quedan días por delante para disfrutarlos.
Besos y abrazos.