NO TE RÍAS QUE ES PEOR
Valladolid Octubre de 2001
Queridos hijos: Mi amigo
Exuperancio es un hombre que nació gracioso, gracioso de verdad, tiene gracia
en todo momento. Dios le concedió uno de sus más preciados dones, un
maravilloso sentido del humor.
Su nombre, su cara de
circunstancia y su físico colaboran. Es decir, su figura en sí misma es un
chiste: todo carne, las orejas de abanico, doble papada y una barriga en forma
de alforja que rebasa el cinturón... su mérito radica en que aunque siempre
habla en broma, bromas ingeniosas, en sus ocurrencias jamás recurre al fácil y lamentable vicio de mofarse de los
desgraciados, los insignificantes, los débiles. Le gusta comer, beber, reír y
hacer reír, pero de su boca nunca sale una chufla ofensiva para nadie, si alguna vez se ríe de alguien
es de sí mismo.
Contrariamente hay
humoristas profesionales que se empeñan
en tener gracia practicando esa variante del humor tal español consistente en
mofarse de los defectos físicos ajenos, en lanzar dardos contra los deformes,
en hacer escarnio de los más débiles.
La tele, en el programa "No
te rías, que es peor" perece haber autorizado a los "graciosos"
a emprenderla contra los prescritos, a las chanzas que se recrean en las taras
del prójimo, porque eso es lo que constituyen la mayoría de sus chabacanos e
insultantes chistes. ¿Es que no resulta desagradable esa jocosidad que toma
como objeto de burla a quienes presentan anomalías físicas y psíquicas?
El humor deja de serlo cuando
los que lo practican no encuentran otro recurso que el ensañamiento contra los
débiles. Hay un abismo que separa el "reírse de los otros" del
"reírse con los otros".
Para distinguirlo sólo hay una
fórmula eficaz, empezar por reírse de sí mismo. Pero eso requiere un largo
proceso de aprendizaje que los humoristas de pacotilla no están dispuestos a
aprender.
Le televisión, y la sociedad,
debieran exigir un respeto a desfavorecidos, rechazando las humoradas que se
recrean en las taras de otros, la burla vil, la cruel humillación.
De las dos docenas de
chascarrillos y chuscadas que soltaron los "graciosos" en dicho
programa, el 90% tenían un argumento descalificador, hicieron víctimas de sus
burlas a tartamudos, jorobados, gangosos, bizcos, calvos, cojos, mancos...
Humor tan chabacano debiera hacer
reír únicamente a cerebros elementales, pero no es así, resulta un género de
humor muy celebrado.
Hijos, mi dedito malo, según
vosotros, ese ver la tele haciendo
zappin a diestro y siniestro constituye mi diversión mayor, burlarme de la caja
tonta, misérrima, estupìdizadora, deshumanizada.
Besos y abrazos