REBECA MEDITACIÓN
Valladolid, 25 de Abril de
2009
Rebeca, queridisísima
nieta: Supongo ha llegado a tus oídos que la meditación, con sobrada razón,
está de moda debido a que es una terapia barata, fácil de practicar,
combatiendo con eficacia el estrés y la ansiedad, lo que induce a un estado de
relajación que afloja los músculos y elimina tensiones, redundando en beneficio
de la salud tanto física como mental.
No consiste la meditación,
como se suele creer, en dejar la mente en blanco, muy al contrario, exige estar
atentos en un ejercicio concreto con el que lograr la paz interior y
desarrollar la mente a fin de ordenarla, consiguiendo serenidad, quietud y
lucidez para ver la vida con mayor armonía, paz y energía. Dicho todo de una
vez: reavivar la alegría de vivir.
No tengo la más leve duda
de que si consultas a tu médico te confirmará que, efectivamente, practicar la
meditación tiene efectos tan beneficiosos para la salud como la disminución de
la presión sanguínea y la reducción del ritmo cardiaco, o que significa
prevenir ataques al corazón.
La meditación parece
sencilla, ¡y lo es! Bueno, no lo es tanto, requiere capacidad de concentración
profunda y entrenamiento sin que los resultados sean inmediatos, pero todo es
cuestión de buen ánimo, que poder es querer. Aunque vamos a ver, Rebeca de mi
corazón, nuestro yo consciente a veces no es plenamente consciente de la
existencia de nuestro inconsciente “otro yo”, ese personajillo que con
frecuencia se comporta como diablillo travieso que envía mensajes
descontroladotes que tanto nos perjudican. No logro explicarme con mayor
claridad, pero estoy seguro entenderás lo que pretendo decir con el ejemplo del
fumador que perfectamente enterado de que el tabaco es bueno para toser, desea
abandonarlo, pero el inconsciente diablejo se lo pone difícil, incitándolo a
seguir nicotinándose peligrosamente. Algo similar nos ocurre a todos que
dejándonos tripular la voluntad nos privamos de hacer muchas cosas estupendas,
pero ¡ojo! tú no le escuches, no te dejes pisar ese terreno y ponte a practicar
meditación de inmediato y entusiasticamente, para ello cierra los ojos y
concéntrate en la respiración.
Dado que respirar es
vivir, respiremos. Hay diversas maneras de hacerlo, pero yo es así como lo
practico, en dos zonas: abdominal y torácica; en tres etapas: inspiración, entrada
de aire; retención y espiración, la salida. Arranco con una inspiración
abdominal profunda, pero sin exceso, sin forzar los pulmones. Durante diez
segundos respiro por la nariz, con la boca cerrada, suave, silenciosa,
rítmicamente, llenando al máximo el abdomen de aire atmosférico rico en
oxígeno. Durante un par de segundos más de lo que ha durado la inspiración
retengo el aire para dar lugar al intercambio gaseoso, la sangre se carga de
oxígeno que los glóbulos rojos distribuyen por todas las células del organismo,
a la vez que desecha el ácido carbónico.
La espiración es la clave
para una respiración adecuada, aún más, el arte de respirar consiste en vaciar
bien los pulmones, consiguientemente, se ha de espirar largo, lenta y en
profundidad, alargando el tiempo lo más posible para expulsar hasta el último
resto de gas carbónico. Resulta evidente que cuanto más aire viciado pongamos
de patitas en la calle mayor será el espacio libre que queda para la entrada de
aire puro.
Ahora toca repetir
exactamente lo mismo con la caja torácica y repetir 15 ó 20 veces el ejercicio.
Por supuesto, se puede respirar en cualquier lugar y momento.
A fin de que te sirva de
orientación te indico mi modo y manera de practicar la meditación. Cada día, a
última hora de la tarde, en silencio, cómodamente recostado, por completo
relajado, y dado que la música es la chispa de la vida, en el MP-3 la más de mi
agrado, echo a volar la imaginación y fantaseo, por ejemplo: con la sangre bien
oxigenada, cada célula, relajada y rejuvenecida, es una partícula de luz
radiante con energía capaz de curar, y como somos lo que pensamos, si lo que
pensamos es que estamos sanos, en virtud de que el poder de la mente es grande,
en alguna medida lo estamos, o al menos alivia el problema.
A ti, cara guapa, con
cierta tendencia a la agitación del aliento y a los acelerones del corazón, te
sugiero una idea, entre las mil y una que te puedes inventar, imaginativamente
cuélate en tu corazón y hecha uno con él, susúrrale: “¿a qué viene tanta
presura? ¿a dónde quieres ir? Calma, calma, que las prisas no son buenas para
nada...” O bien, el arco iris, penetra dentro de él, salta de color en color,
mézclalos, trénzalos, trepa alto para luego deslizarte a modo de tobogán,
feliz, lleno de suma tranquilidad, diciéndote a ti misma, plenamente
convencida, “estoy totalmente relajada”.
Querida Rebeca, anímate,
piensa que ¡mientras haya fulminante, fuego y adelante!
Besos y abrazos de tu
yayo,