Este año
no ha sido fácil. Ya termina y dará paso a otro con idénticas luchas, temores y
esperanzas. Siempre es así y tú lo has comprobado durante casi, casi 91. Ahora
el cronómetro de tu vida no ha hecho más que empezar. Me gustaría saber si fue
como esperabas; como te preguntabas en esta preciosa carta que hoy publico.
2011 siempre lo recordaré como el año que se fue mi padre. 2012 No te quepa duda que será "El año que nos dejaste".
Besos y
abrazos. Dulces sueños.
Marisa
Pérez Muñoz
CREER EN DIOS AYUDA A VIVIR Y A MORIR
Valladolid, 30 de Diciembre de 2001
Queridos
hijos Mañana muere el año. Todo y todos morimos; nacer y morir son los límites
del camino de la vida, los topes entre los que cada uno de nosotros transita
durante más o menos tiempo y de manera diferente, por supuesto sin el menor
resquicio de duda de que tenemos fecha de caducidad y por consiguiente todos un
día u otro hincaremos el pico. No obstante esta certeza con frecuencia la
olvidamos y vivimos de espaldas a esta realidad, confiando en que al cronómetro
de nuestra vida aún le faltan muchas horas por marcar, sin tomar en
consideración que está dentro de lo posible que cualquier día en un chico rato
un tijeretazo puede cortar el hilo de nuestra existencia.
Lógicamente
esta actitud resulta mas propia de la gente joven; cuando la vida se va
saturando de años se tiene más presente el tema de la muerte, aunque ello no
debe significar que la vida haya de tener un
sabor amargo, más bien, lo contrario, ya que al tener más clara
conciencia de que estamos aquí de paso y por tiempo limitado ha de servir de
acicate para gozar en plenitud de lo que aún ofrece la vida, sin olvidar, claro
está, que tenemos una cita a la que no podemos faltar y que lo razonable es
prepararse para el encuentro.
Encuentro
que de algún modo es encontrarse uno consigo mismo y con la propia realidad, lo
que produce cambios significativos en el modo de ver y entender las cosas. Por
ejemplo, ante los momentos tan decisivos de la vida, próximos a abandonar
territorio conocido para aventurarse en lo más desconocido que existe, es justo
y razonable sentir especial mieditis; o también preguntarse uno que si en proceso de morir hará falta hacer algo.
Seguramente no hará falta hacer nada, dejarse
llevar por el momento, soltar las riendas del control a las que estamos tan
aferrados y desprendernos de lo que ya no necesitamos, o sea, decir adiós a
todo , incluso a nuestras huellas de identidad: el cuerpo y la sensación de
individualidad.
En
la experiencia de la muerte existirá tal vez alguna diferencia entre ser cada
uno todo lo ateo que le apetezca y pensar que llegar a la última es zambullirse
en la nada para convertirse en excelente abono mineral o tener conciencia
religiosa dando a la muerte el significado de tránsito hacia otra realidad. Sin
duda creer en Dios ayuda a vivir y a morir, al menos ocurrió en el caso de mi
madre, mujer de fe maravillosa que morir fue quedarse dulcemente dormida en el
regazo de Dios.
Yo,
con la gran carga de años a la espalda, empiezo a preguntarme lo más
sinceramente posible que si me muriese hoy, o el día que me muera, ¿Me sentiré
satisfecho de mi vida? No lo sé, me hubiera gustado ser un padre a toda madre,
pero nací cornito y cornito moriré. Dicho de otro modo, que soy más bruto que
una granizada, y no digo más. Vosotros sois lo único meritorio que dejo tras de
mí, no me dejéis en mal lugar.
Hijos,
que Dios no os suelte de su mano.
Besos
y abrazos,