ADORADA MARÍA
Valladolid, 5 de Septiembre del
2001
Adorada MARÍA: morenita preciosura
de asombrosos ojos de un profundo y violento negror, niña soberanamente lista,
y por añadidura con notable disposición para la música, pues pese a lo
chiquirrina ya tocas como los propios ángeles cancioncillas que emocionan.
Bueno, en vista de ello, tu abuelo
que te quiere como a la niña de sus ojos y desea que seas feliz como una rosa
visitada por una mariposa "arco iris", como una estrella recién
nacida, por ser día de tu santo y cumplir siete maravillosos añitos, voy a
contar para ti sola, o sea, en exclusiva y con el propósito de que se llene tu
espíritu y tu imaginación de admiración
y asombro el modo y la manera que actuó Dios a la hora de crear el Universo.
Bueno, mira, María, paseaba el
Supremo Hacedor con magnificencia, a la vez que con grandiosa llaneza y
campechanía por el Paraíso, fabuloso jardín botánico del Cielo, cuando de
pronto se vió rodeado de una nube de angelitos, querubines, serafines... que apenas le permitían dar un paso, asediado
con un alborotado ruego:
-Divina Majestad, por favor, haz
un milagro, obra un prodigio, un prodigio, por fa.
Asomó a la cara del Señor una
deslumbrante sonrisa y soberanamente
afable y regocijado, con voz divina dijo
complaciente:
-Bueno, bueno, pequeños, paz en el
Paraíso.
Y poniendo en juego su suprema
inteligencia creó primero un punto que era y no era nada, y dijo:
-Muy bien, chiquirritines, mirad
allí, ¿véis allá en lo más remoto de la misteriosa y más absoluta oscuridad una
como canica sin apenas superficie, hecha
de nada, situada en ninguna parte
acelerándose en caída libre sobre un imaginario plano inclinado? Pues ¡atención!
qué ahora viene lo bueno.
Y que la canica estalla, dando
lugar a unos juegos de artificio jamás imaginados. ¿Recuerdas, María, la noche
de San Juán el la playa de Melilla la
riada de serpentinas luminosas que de
pronto salpicaban el cielo de resplandores, a la vez que el estrépito de los
petardos atronaban el ambiente? Pues igual, pero a lo grande, a lo portentoso,
a lo sublime.
Por la natural expectación que
despertó presenciar en primera línea aquella portentosidad, nada más y nada
menos que el principio del principio de las cosas, hasta el tiempo inició su
marcha, se organizó un buen tumulto a las puertas del Edén, un ligero conato de
alboroto con algunos grititos y
empujoncitos de alas, plenamente justificado, puesto que para entonces ya se
apretujaban estrechamente en torna al Todopoderoso la Corte Celestial en pleno.
Allí estaban los arcángeles, seres angélicos de primer orden; ángeles,
querubines, serafines, o sea, los nueve coros de espíritus celestes:
potestades, principados, dominaciones, virtudes..., es decir, el Olimpo al completo.
En Plena explosión de gloria y
frenesí las bocas de todos los bienaventurados hechas "O" por la
sorpresa, lanzando series interminables de ¿oooohss¡ y ¡aaaahss¡ de admiración
y asombro, a más de exclamaciones entusiásticas
¡Formidable¡ ¡Colosal¡ ¡Enorme¡ ¡Enormísimo¡
Efectivamente, ante los ojos pasmados
de todos los moradores del reino celestial
la gran espaciosidad infinitamente vacía se iba llenando
vertiginosamente, explendorosamente de constelaciones de todos los tamaños,
nebulosas de todas las formas, nubecillas celestes de todos los colores: galaxias,
galaxias y más galaxias, galaxias en espiral, galaxias elípticas, esféricas,
anulares, irregulares, difusas y confusas. Las Siete Cabrillas, Cola de Dragón,
Boyero, Cinturón de Orión, Camino de Santiago, ese caudaloso río de estrellas
que cruza el cielo de punta a punta; el cúmulo estelar de Hercúleas, Cabeza de
Caballo, Cangrejo, Las osas, Las Tres Marías, El Carro de la Virgen, El Zodíaco... Esto es estrellas, estrellaaas
por miles de millones, estrellas a miríadas: gigantes, enanas, variables, estrellas
con rabo, equivocadas, viejas, recién nacidas, fugaces, blancas, rojas,
azulosas y amarillentas, novas y supernovas, libres, fijas, errantes y
erráticas, gemelas, triples, múltiples, explosivas, temporeras, variables... y
hasta esos misteriosos y formidables
agujeros negros tan prepotentes gravitatóriamente hablando que curvan
con facilidad los rectilíneos rayos de luz que osan cruzar por el vasto patio de su casa. Finalmente pidió Jehová la atención de la celestial
concurrencia para mostrar dos motitas de polvo,
una algo mayor que la otra: la Tierra y la Luna.
Así, de este modo tan natural y
taumatúrgico ocurrieron las cosas, y ahora tú conoces de pe a pa tal maravillosidad supongo que unirás
tu voz a la de los ángeles, querubines y serafines... en los aplausos,
oraciones y emocionados ¡hurraaaas! Y ¡Loado sea el gran Arquitecto del Universo!
La voz del abuelo así mismo
se suma a la vuestra, a la par que te
besa y te abraza con el corazón inundado de cariño.