ANTE DIOS TODOS SOMOS
IGUALES
Valladolid 23 de Noviembre
de 2001
Queridos hijos:
Admira las formas tan opuestas con que los hombres conciben a Dios según la
doctrina religiosa que practican. Los católicos, aunque a veces lo olvidemos,
gozamos de las mejor de las suertes con nuestro Dios, todo bondad y justicia.
Nos concede el libre albedrío, la conciencia es libre de hacer el bien, pero
cuando caemos en la tentación, el pecado no es considerado como acto
imperdonable, sino una debilidad para la cual debe tenerse compasión y respeto.
Más aún, mostrando arrepentimiento todo se nos es perdonado. Y por si todo esto
no fuese suficiente maravillosidad, existe el tesoro de las indulgencias, antes
incluso se compraban, con las que nos liberamos
del castigo temporal sin pasar por el purgatorio, esa cámara de tortura
que Dios mandó construir para pagar deudas contraídas como sustituto del
castigo eterno en el infierno.
Mejor,
imposible. Pero aún hay más: a los ojos de nuestro Dios todos los hombres somos
iguales, hermanos en razón de descender
de la pizpireta Eva y el ingenuo Adán, y haber sido hecho a su imagen y
semejanza.
Algo diferente
es el Dios de luteranos y calvinistas, un tanto déspota, con escaso amor divino
y poco justiciero ya que es capaz de condenar , antes de nacer, a una parte de la humanidad a la dicha eterna
y a otra a eterna condenación sin motivo ni razón, por puro y duro capricho:
"éste al cielo, éste al infierno", sin que nadie goce de la mínima posibilidad
de cambiar el predestinado destino, lo que origina tremenda desigualdad básica
entre los hombres, dado que existen dos clases de personas, los buenos y los
malos. ¿Cabe manera más injusta y arbitraria de negar la igualdad entre los
seres humanos? Tan profundamente desiguales, los malos son merecedores del
mayor desprecio por parte de los afortunados.
O sea, veréis,
un predestinado al cielo, por malísima persona que sea, su puesto en el Paraíso
no se lo quita nadie y es destinado al infierno, así sea un santo, tiene bien
asegurado su sitio en el averno. La salvación o la condenación no es resultado
del bien o mal obrar del hombre durante
su vida, es inútil todo esfuerzo para librarse de su destino,
circunstancia que invita a vivir en plan
golfería, pero existe un problema, y de bulto,
la duda de si eres de los unos o de los otros. Triunfar en lo terrenal
es buena señal, así que hay que
desarrollar actividad frenética, la
tendencia impulsiva a hacer algo
buscando el triunfo en la vida, pues lograrlo es señal evidente de hallarse
entre los afortunados. Bien, son ideas que no comparto, pero hay que respetar
el parecer de los demás.
Hijos, para que
reine la paz hay que considerar a todos los hombres iguales, con los mismos
derechos.
Besos y abrazos
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