He releído
varias veces este cuento y cada vez me parece más hermoso y digno de que vea la
luz no sólo en este humilde Blog. Debería ser un cuento de cabecera para niños
con coloridas ilustraciones y tu nombre en letras muy grandes. Que todo el
mundo sepa cómo se estruja un abuelo las neuronas para felicitar a su nieta
pequeña echando a volar la fantasía de forma tan maravillosa, incluyendo en la
historia a la propia niña y su prima también de corta edad; añadiendo a lo
bonito de la historia el fomentar el cariño entre las dos pequeñas.
Esta carta
escrita en 2002 es para ti Marina y como regalo de cumple aquí te la pongo.
Besitos
preciosa
ENCANTADORA
MARINA 12-Noviembre-2002
Había una vez una encantadora niña de nombre eufórico y hermoso.
-
Mañana es fiestas,
excursión campestre - anunció la mamá - y hay que acostarse temprano para
madrugar.
Después de la dorada puesta de sol, cuando el día se adentró en la
noche, Marina, buena y obediente niña, se acostó. Y qué buenos y felices son
los sueños de los niños. Soñó largamente, que ya de excursión, en tanto el
abuelo Félix –al que Marina llamaba Yayo- recogía moras para elaborar una
tarta, ella correteaba bajo los rayos de un sol alegre y cálido por una pradera
de hierba suave y muy fresca salpicada
de flores silvestres que se mezclaban y confundían con las mariposas.
La llamó la atención un rosal mágico, se aproximó para percibir el
perfume de aquella hermosa rosa pintada
con los colores del iris y forma de estrella. La tal fragancia resultó una
mezcla de maravillas confusas: un suave y nuevo aroma a alegría, a sol de
primavera, a sonrisa de ángel... De pronto,
¡Fabulosa sorpresa! La rosa abrió
sus pétalos y de su interior surgió una dulce y jubilosa voz que sonando como
campanilla de plata la invitó a penetrar en su interior.
Rebosante de entusiasmo, sin pensarlo dos veces, sin caer en la cuenta
que allí podían ocurrir cosas misteriosas e inexplicables, como hacen las
abejas en busca de néctar, se coló en su interior y en la aventura. Fue
entonces cuando verdaderamente vino lo prodigioso: allí, como luminosa
aparición, estaba María, su prima, una muchachita de ocho años, lista y
traviesa que con los pies descalzos chapoteaba en el agua cristalina y fresca
de un arroyuelo que alegre y cantarín corría por un prado. Se
entretenía en recoger piedrecillas limpias y brillantes como diamantes.
Llena de alborozo invitó a su prima a
acudir a su lado y juntos seguir recogiendo aquellas piedras semejantes a
joyas. Las había de todas las formas y colores: doradas como topacios, verde esmeralda,
violetas como amatistas, rojo vivo igual que
rubíes, ojo de gato, negras como el azabache...
La tomó por la mano y llevándola en volandas la dijo:
La tomó por la mano y llevándola en volandas la dijo:
-
Ven, vamos a jugar.
Y corrieron y saltaron recogiendo flores verdaderamente singulares:
flores del amor, de la alegría, el viento, la flor de la pureza hecha de luz
blanquísima... Caminaban con los ojos asombrados porque a su paso iban
descubriendo cosas sorprendentes y maravillosas.
Todo lo que veían en aquel lugar resultaba distinto de cuanto conocían:
los colores, los olores, la luz... Todo nuevo: frondosos árboles que al tocar
sus hojas se mudaban en exquisitas frutas tropicales, mangos, chirimoyas,
caquis... Fuentes que del hilo de agua saltaban chispas de colores; caprichosas
flores de lis, de azahar, flores de ángel... que al brotar del suelo, de pronto, se transfiguraban en aves canoras, mirlos,
sietecolores, canarios, ruiseñores, atrevidos pajarillos que se posaban en sus
manos trinando dulces melodías.
De nuevo algo atrajo su atención, ahora era una mariposa de belleza
sobrenatural, la más hermosa que habían visto, que con las alas pintadas de
originales colores, púrpura, plata, oro, jacinto, revoloteaba de flor en flor.
Llevados por la ilusión de disfrutar de la emoción de comtemplarla de
cerca y acariciar sus alas de seda se lanzaron en pos de ella.
El bello insecto les permitía aproximarse, pero en el momento de darle alcance alzaba de nuevo el vuelo y ¡otra carrera! Después de mucho atropellado correteo, con las caras enrojecidas, jadeantes y la respiración entrecortada se recostaron sobre la espesa alfombra de pasto. Con asombro vieron las fascinadas niñas que la mariposa se acercó a ellas, plegando las alas se posó, primero sobre el cáliz de un lirio, después en corto vuelo se colocó entre ellas. Mientras que con voz dulcísima explicaba que era la emperatriz de las mariposas, sus cuatro alas empezaron a crecer y crecer, hasta hacerse enormes.
El bello insecto les permitía aproximarse, pero en el momento de darle alcance alzaba de nuevo el vuelo y ¡otra carrera! Después de mucho atropellado correteo, con las caras enrojecidas, jadeantes y la respiración entrecortada se recostaron sobre la espesa alfombra de pasto. Con asombro vieron las fascinadas niñas que la mariposa se acercó a ellas, plegando las alas se posó, primero sobre el cáliz de un lirio, después en corto vuelo se colocó entre ellas. Mientras que con voz dulcísima explicaba que era la emperatriz de las mariposas, sus cuatro alas empezaron a crecer y crecer, hasta hacerse enormes.
Les preguntó si deseaban acompañarla, invitándolas a subir sobre ella.
Entusiasmadas aceptaron, y abanicando sus grandes alas de seda alzó el vuelo, cruzaron sobre un lago
que como un gran espejo reflejaba el azul del cielo.
Navegan por sus aguas embarcaciones de todo tipo: lanchas, botes,
chalupas, canoas, piraguas, barquitos de vela... Prosigue el viaje entre nubes
bellamente coloreadas, volando por el espacio, bañándose en el aire y
zambulléndose en la luz de un brillante sol cuyos rayos parecen saetas de oro
puro. Continúan sobrevolando paisajes
maravillosos y fascinantes, lugares de ensueño. Todo resultaba portentoso,
capaz de dejar a cualquiera mudo de asombro, pese a ello empezaron a echar de
menos lo más valioso e inefable, la maravilla sin par: los dulces y amorosos
besos de su madre.
Así se lo hicieron saber a la
emperatriz mariposa que plegando las
alas vino a posarse a la vera de las mamás de Marina y María que junto al yayo
Félix las esperaban con los brazos abiertos,
la tarta de moras y una
inundación de besos y abrazos.
Colorín,
colorado, este cuento se ha acabado
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