Si además de la bonita
historia de esta gallina, lo que cuentas es real, hoy 12 de noviembre es el
cumpleaños de tu nieta más pequeña, aunque si el día que escribiste este cuento
celebrabas su tercer cumpleaños, a día de hoy Marina se ha convertido en toda
una señorita de 14 noviembres.
Es de rigor por
tanto que hoy no sólo te mande los achuchones de costumbre, hoy compartirás
todos ellos con Marina a la además envío un fortísimo “Que cumplas muchos más
preciosa”.
Marisa Pérez Muñoz
VALLADOLID-12 De Noviembre de 2001
Queridísima Marinita, promesa de
luz y símbolo de la alegría, porque tu nombre me suena a campanilla mágica
tintineando en el corazón, y tus besitos se dejan en la cara el sabor de la
dulzura de la miel, en razón de cumplir
3 maravillosos añitos, te voy a contar la historia de la gallina Pitirroja.
El hecho es de plena actualidad, de ayer mismo sin ir más lejos, y
tuvieron lugar en cualquiera de las muchas modernas granjas avícolas donde se
violan flagrantemente los más elementales derechos de las aves, explotándolas
con métodos perfectamente siniestros y en condiciones espeluznantes,
confinándolas en jaulas en batería unas encima de otras, manteniéndolas en
penumbra, se les corta la cresta - sin anestesia - para que no se ataquen entre
sí.
Es práctica extendida no
alimentarlas durante varios días para acelerar la puesta de huevos, esto es
obligadas a vivir y trabajar deprisa y en cuclillas, poniendo no menos de 250
huevos al año.
Las gallinas del corral de mi
madre, tu bisabuela, tratadas a cuerpo de rey, sin otra obligación que la
natural de poner 150 huevos - 12 al mes - vivían y cacareaban contentas y
felices una docena larga de años.
La gallina Pitirroja tenía que emplear todas sus
preciosas energías en poner un huevo tras otro, pues de no cumplir a rajatabla
el cupo establecido de inmediato son consideradas elementos desechables y
sacrificadas. El propietario de la productora de huevos en cantidades
industriales, lo más probable es que no sea un mal individuo, amante
seguramente, de su hogar que adora a sus hijos, sin embargo como cada
sentimiento encierra el contrario, explota a las pobres aves hasta limites
extremos, únicamente ve el negocio bajo el punto de vista de la competitividad
del mercado y las estadísticas, y la ponedora que no esté a la altura, sin
miramientos ni contemplaciones es sacrificada para ser transformada en caldo
para convalecientes sin el menor sentimiento de culpabilidad.
Eso es justamente lo que le ocurría a nuestra heroína. Después de un año
largo de traer a este mundo huevos a más no poder, producidos con prisa y sin
pausa, comenzando la fabricación de uno inmediatamente después de poner otro,
soportando toda suerte de agravios y humillaciones, de modo que la vida se le
hacía insoportable, y estresada, con las plumas arrancadas, con llagas en las
patas, mermada la producción debido al sobreesfuerzo, falló, jovencísimas aún,
falló, y abandonada en un rincón del patio pasaba las últimas horas de su
existencia en espera del sacrificio. Con la poca cresta que le quedaba caída,
los ojillos vidriosos y enrojecidos, el plumaje descolorido, acongojada por la
pena, con hondos suspiros y tristes cacareos se lamentaba de la triste
peripecia de su vida vacía de ilusiones, ninguna se había cumplido, las barras
de su jaula habían constituido una barrera infranqueable.
Sobre la flor de un cardo, dándose
un banquete de semillas, escuchaba un
jilguero, ave llamativa por el colorido de su plumaje y lo melodioso de sus
trinos. De pronto el pájaro voló y se posó sobre la jaula, mirando alegremente
los ojos de la cautiva, pero por supuesto, no encontró alegría ninguna en
ellos, sólo un hondo pozo de tristeza, sin embargo, fue un momento emocionante,
ambas entendieron lo de dentro y lo de fuera, y juntas lloraron, por la madre
libertad que tanto amaban y que sólo una gozaba.
Después el pintado pajarillo voló
hacía un copudo y frondoso olmo abrumado de pájaros que allí se habían
refugiado para pasar la noche. Era el momento glorioso en el que estallaba el
día, y era tal el hervor, tanto el gorjeo alborotado y los gritos de alegría
que parecían decir: ¡Gracias Dios! ¡Bendito Sol! ¡Hola mundo!
Llegó el sietecolores y en medio del gran guirigay, trinando con voz de
clarín rogó a sus congéneres, sus amigos, sus buenos amigos, un momento de
atención. Cesó el tumulto bullanguero y
el revolotear de alas de rama en rama.
El jilguero tomó la palabra, y con breve explicación dio cuenta de la
angustiosa situación de la enjaulada, y pidió ayuda para acudir en su auxilio.
-
Haremos
cualquier cosa que nos pidas - gritaron todos a una, y con mucho batir de alas
la bandada se precipitó vertiginosamente hacía la prisionera posándose sobre la
jaula y sus alrededores.
-
No,
no, no hay derecho - trinaban las aves canoras- que éstas barras ahoguen tu
vida.
A jaula tan vieja y destartalada,
tan pequeña para una gallina, no resultó difícil separar las alambres y
desarmar la jaula contando con la cooperación de tantos pequeños, pero fuertes
picos y conseguir la libertad de la enjaulada.
- Ahora - trinó el valeroso colorín
- hay que pasar de lo posible a lo real. ¿De qué sirven las alas tan anchas y
poderosas si no sirven para volar? ¡Vamos, vuela!
Poniendo en ello voluntad enorme
lo intentó la gallina, batiendo torpemente las alas, pero el roce del sobaquillo le hacía
cosquillas y no podía, le salía la risa, y lo más extraño, después de tanto
tiempo en cuclillas, sólo lograba mover una de las alas y se iba de lado, nada
sorprendente considerando lo atrofiadas por permanecer constantemente
acurrucadas sin poder estirar el cuello, ni escarbar, algo tan apasionante en
este tipo de aves.
- Es fácil y posible - animaban los
pájaros- bate rápido y fuerte las alas.
Con enormes ganas de aprender y el
corazón lleno de esperanzas lo intentó de nuevo, batiendo enérgicamente los
alerones, pero no lo suficiente, por lo que sólo lograba avanzar a saltos por
el suelo, sin volar.
Con entusiasmo lo siguió
intentando una y otra vez, ahora con saltos mayores, logrando despegar algo del
suelo, pero sin alcanzar su anhelado deseo.
-
No
imites a las mariposas -aconsejaban los emplumados amigos- imita a las
golondrinas.
Inmune al desaliento y con un
empeño sin límites probó otra vez, más moviendo ahora tan rápido y fuerte las
poderosas alas que tras un gran salto empezó a sentirse liviana, como sin peso
y despegando del suelo empezó a volar. Increíble, flotaba en el aire. Pasmada
de admiración y loca de alegría exclamaba:
-
¡Es
guay! ¡Qué guay! ¡Vuelo, soy libre!
-
¡Extraooooooordinariooo!
- trinaban alborozados los alados amigos- has alcanzado el lugar que mereces, eres libre, aprovecha
el tiempo perdido y vuela, vuela, adiós, adioooós, adioooooooós. -la despedían
con alegría el cortejo de amigos hasta que la gallina se perdió en la lejanía.
Si un pájaro puede ser feliz, la
gallina pitirroja lo era dejándose llevar por el viento, subiendo deprisa,
elevándose más y más, creyéndose la reina del aire, desplazándose por el cielo
azul limpio de nubes, bajo un sol expléndido, luciendo alegre su carota de rey
godo.
Sin poder reprimir su desbordante
alegría veía desplegadas sus alas al máximo se sentía un pájaro volador de lujo,
al que su poderoso vuelo le había salvado en el último momento, alcanzando la
libertad que creía desaparecida del mundo. Pero la tristeza había quedado atrás
y lo mejor era olvidar, no vale la pena recordar lo que no merece ser
recordado.
Embargada de doble emoción dejaba
correr los ojos por el paisaje bucólico e idílico que sobrevolaba,
redondas colinas cubiertas por espesos
bosques, verdes praderas tendidas al sol, salpicadas de margaritas y mariposas.
A lo lejos vislumbró un pueblecito
que al irse aproximando más y más le parecía tranquilo y acogedor, lleno de magia
y encanto -el lugar bien podía tratarse de Cornón- puesto que consideró ideal
para iniciar una nueva vida.
Desplegó las alas y empezó a bajar
planeando lentamente hasta aquel rincón del Edén y aterrizó. No pasaron muchos
días de hacer correrías por el laberinto de calles bañadas por un mar de sol
para quedar impresionada y prendada de un gallo arrogante y postrero, plumaje
de lujo por lo tornasolado y lo vibrante de su kikirikí.
Las circunstancias se presentaban
tan favorables que gozosa y satisfecha se dedicó a poner huevos de oro, de oro
por tener dentro pollitos, que después
de transmitirles durante tres semanas el
calor de su cuerpo eclosionaron, produciendo el pequeño prodigio de surgir unas
criaturas doradas, redondas y llenas de gracia.
La vigilante y amantísima gallina
que ha visto cumplido su máximo anhelo de maternidad, ve colmada su dicha
escuchando la dulce música de los píos, píos, de sus adorados polluelos, así
como reuniéndolos en piña en torno suyo para endulzar sus piquitos con la
golosina de una lombriz, a la vez que con ternura y paciencia les va enseñando
a escarbar y picotear, fundamental aprendizaje para ganarse el cotidiano
sustento, puesto que llenar el buche de grano, larvas, saltamontes, orugas,
gusanitos, arenilla y algún que otro
bicho, alimentación tan variada, exquisita y sana resulta esencial para
alcanzar la mayoría de edad transformados en unos reales gallos y gallinas de
vivir venturoso y de provecho.
Adorada Marina, cara de flor y
sonrisa de ángel, colorín colorado este cuento se ha acabado, pero no
antes de desear a
la gallina pitirroja que,
arrinconados los amargos recuerdos, tenga tan larga como
feliz prolífera vida para que rodeada de la numerosa descendencia se sienta una abuela tan feliz
como lo soy yo propinándote besos sin cuento junto otras caricias y demás
zalamerías.
Tu yayo, Felix (el matalistos)
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