Con tu
permiso querido tío Paulino voy a publicar esta “casualidad de la vida”. Creo
que es una buena forma de completar la historia que nos contaba el Yayo.
Tú dices "que en Paz descanse". Yo digo "Que Dios le de tanta Paz como descanso dejó" y que "Le tenga donde mereciera".
Un
fuerte abrazo a mis Alonso Lobato preferidos.
Marisa Pérez
Muñoz
CASUALIDADES
DE LA VIDA
Hola mí querido hermano FILIX:
Eres tremendo para recordar
cosas, pero te voy aclarar un detalle que no es del todo exacto, el tal niño no
lo era tanto. Te contaré lo que me sucedió con tal tipo: no se por qué nos
tenían a los Padres -o al menos a mí- mala voluntad y como de él era la
tienda que estaba abajo de nuestra casa, a querer o no querer nos veíamos
constantemente, el tal niño era un adolescente de unos 12 años que trabajaba
con él en la tienda y “el gordo” siempre le estaba hablando mal de
nosotros así que el chamaquito a mì cada rato me insultaba y jamás me bajaba de
gachupin; pero con toda la mala idea de insultar (comprendo que repetía lo que
oía a su patrón).
Un día que pasaba yo repitió
su insulto, me dio rabia, entré a la tienda a pegarle y él se metió corriendo
al fondo; encontré un palito y como no podía meterme dentro del mostrador se lo
tiré, con tan mala suerte que con la punta del palo le di debajo del ojo y se
le puso morado.
Nada me dijeron, pero al día
siguiente al ir a subirme a la "pulguita" ¿recuerdas aquel carrito
primero que tuvimos? Pues me di cuenta que tenía delante de cada llanta un
clavo de 4 pulgadas (10 cent.) les cogí y se les enseñé, pero me dio una
insultada padre: " gachupín que usted váyase a España que lo único que
hace aquí es comernos el pan a los mexicanos… lo único que le contesté fue:
"sí, trabajaré aquí y me iré a comer a España".
Desde ese momento, con su pistolón y
amenazándome, no había vez que me viera que no me insultara para que yo le
contestara algo que le diera motivo de darme un tiro, al grado que yo salía de
casa antes de que él abriera su tienda y cuando venía dejaba lejos el carrito y
entraba con gran cuidado que no me viera.
Ya estaba yo muy preocupado
con él cuando llegó el domingo y se oía el susurro, que el gordo en los indios
verdes en la fiesta de los charros se peleó y otro se adelantó y le mató.
Pasada la primera impresión,
me dio una paz y tranquilidad tremenda se me acabó el peligro para siempre, no
volví a ver al chamaco y la tienda desapareció. Lo que no tenía ni idea -o se
me había olvidado- que tú habías presenciado lo sucedido con aquel mentado
gordo geniudo. Pobrecito Q.E.P.D.
Bueno sigue escribiendo
cosas del siglo antepasado, yo las disfruto.
Tu hermano Pollino.
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