LLEGO EL FRIÓ, ¡QUE
ALEGRÍA!
Valladolid
14 de Noviembre de 2001
Queridos
hijos: Pues ya llego el frío, ¡qué alegría! con el frío me siento bien, mi
cuerpo está mejor adaptado a las bajas que a las altas temperaturas. Por
supuesto a muchas a muchísimas personas les resulta difícil vivir en invierno,
en los meses de clima frío se encogen y entristecen. Cierto que con las
temperaturas invernales la vida se repliega sobre si misma, así ocurre que no
pocos animales desaparecen por algún tiempo, hibernando. Es decir, que
descabezan un largo sueño, por poner un caso, los osos en ese letargo, invernal
parecen más un tronco que un plantígrado, y no espabilan hasta que les
despiertan una más benigna temperatura. Pues bien, en cierta medida hay
personas que les ocurre algo semejante, las heladas y nieblas les aletargan y
acongojan, viviendo plenamente en verano con el mundo lleno de luz cegadora y
calorón.
La
realidad es que en la naturaleza hay un tiempo para cada cosa y con las
inclemencias del tiempo se refugia en su interior para descansar y acumular
fuerzas para que emerjan después las
semillas y todo brote y florezca. La naturaleza resiste bien las bajas
temperaturas, de ahí el viejo refrán “año de nieves, año de bienes” o sea, que
cuanto más riguroso sea el invierno más bonita y florida nacerá la primavera,
pues bien sabido es que del invierno dependen las cosechas del verano.
Pero
aún hay más, en invierno se come mejor, los alimentos son más nutritivos y
reconfortantes, se sigue una dieta diferente a la del verano qué no apetece más
que gazpacho y ensaladas.
Lo que
no me va en absoluto son los climatizadores, esos aires acondicionados que en
apariencia protegen, en realidad lo que hacen es dejar a la gente a merced de
alguna corriente traidora. Es por ello que a algunos, a mi por poner el ejemplo
que tengo más cercano, me gusta sentir la caricia del aire fresco de la mañana
en la cara, me encanta la lluvia que es buena para todo y disfruto a lo grande
un día como el de hoy que ha amanecido primaveral que invita a la paz y apetece
la tranquilidad de un paseo por la cuesta del psiquiátrico, y es lo que he
hecho pasear sin mas cuidando de conseguir es máximo de sol, un sol que de vez
en cuando se oculta tras alguna nube, asomando después a borbotones, sin tasa y
sin el ardor del verano, son rayos que no queman, rayos tibios que acarician
cara y manos.
Besos
y abrazos
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