EPITAFIOS
Valladolid 6 de noviembre de 2001
Queridos hijos:
Soy muy de visitar cementerios y en estos días que los vivos acuden a honrar a
sus muertos, no suelo faltar para descubrir rincones que invitan a la
reflexión, sin faltar la visita al panteón de los personajes interesantes de
Valladolid: Zorrilla, Ferrari, Río Ortega, Alonso Cortes, Rosa Chacel...
Resulta interesante leer epitafios, las inscripciones
sobre las tumbas. En la actualidad la mayoría sólo informan la filiación del
difunto, incluyendo a lo sumo “no te olvidamos”.
No ocurría así
antañamente, tengo algunos anotados que son autenticas perlas. Un refrán dice,
“mentiroso como un epitafio”; que será probablemente por aquello que también se
dice: “si quieres elogio, muérete”, pero, sin embargo, las inscripciones sepulcrales
suelen ser ciertas: “Estoy hecho polvo”, “Polvo somos y en polvo revertimos”.
Otro más socarrón escribe: “Paz, a mis
cenizas; por favor, no estornudar”. R.I.P.
“Descanse en Paz”, es el epitafio estándar. Otro más escueto dice:
“Fue”, y otro más esperanzador: “Resucitaré”.
Son muchos los epitafios
lucidos, graciosos, llamativos, citaré algunos de los mas clásicos: “Lo que
fui, eres, lo que soy, serás”; “La vida es un relámpago entre dos eternidades”.
Una viuda anotó sobre la
tumba de su esposo: “Aquí yace mi marido y hace bien, el descansa y yo
también”; otra le despidió: “Tengas tanta gloria como paz me dejas”. Un mordaz
caballero escribió, “Paseantes, hasta pronto”, un general sudamericano, “Aquí
yace el general Ferreira, pasead tranquilos, ¡estoy muerto!
Un escritor bebedor:
“Estuve borracho muchos años, después me morí”. Un actor: “Estoy haciendo de
muerto, y de verdad que lo estoy haciendo bien”. Un socarrón anónimo fue más
lejos,”Acudí a una cena, pero no a cenar, sino a ser cenado”. Y uno que al
parecer no se resignaba a morir:” ¿Qué tenía Lázaro que no tenga yo?”
Muy conocidos son
también estas breves historias: “Siempre estuve sano porque nunca visite a un
médico, pero un día la familia insistió en llamar a un galeno, me dio un
bebedizo y al día siguiente me morí”
Parecido epitafio es el
de aquel que también desconfiaba de los facultativos, “Fallecido por la
voluntad de Dios y de un médico imbecil”.
De lo más gracioso
resulta el de la tumba de Groucho Marx, “Señora, perdone que no me levante”
Woody Allen tiene pedido que escriban: “No merecí terminar así”; El sabio padre
Feijoo dijo este epitafio: “Aquí yace un estudiante de medicina pluma y labio,
que quiso ser sabio y al fin murió ignorante”, y Unamuno dejo éste: “Sólo pido
a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo”.
Queridos hijos, sobre
mis cenizas no pongáis ni flores, ni epitafio alguno. Bueno, si acaso, una
recomendación: “Mientras sea posible, reír mucho”.
Besos y abrazos
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