COSAS DE DIOS
Valladolid 3 de
Noviembre de 2001
Queridos
hijos: pues eso, que son días de difuntos propicios para pensar en Dios, en que
sus cosas nos quedan lejos. Nuestra vida, hablando religiosamente, no tiene
nada que ver con la de los primeros Cristianos que consistía exclusivamente en
vérselas con Dios, el hombre sólo vivía de verdad cuando se ocupaba del
altísimo, que era quien en realidad existía, puesto que el hombre considerado
por sí mismo no tenia realidad. En fin, que Dios lo era todo.
Pero,
claro, pasaron los siglos y el hombre ya no tan conectado permanentemente con
Dios, no es solamente nada, su vida había cambiado substanciosamente. Dios sigue siendo lo que es, su trinidad, su
omnipotencia, su ubicuidad, pero el hombre tiene que trabajar con la fe. La fe y la razón se ha
roto la armonía entre una y otra son dos cosas diferentes, existe una frontera
entre ellas y tiene que utilizar la inteligencia para comprender los misterios
divinos, no se trata ya de la anterior fe profunda. Quiere esto decir que el
hombre ha levantado la cabeza.
Siguen
corriendo los siglos, el hombre se ha modernizado y empieza a tener más fe en
sí mismo que en el Dios que ellos mismos va creando a su imagen y semejanza, no
aquel que tanto se cuidaba personalmente de los seres humanos. En realidad se
interesa más por lo natural que por lo sobrenatural, valora más el más acá que
un hipotético más allá, es decir, dinero y en el placer, dos ídolos.
Y así
han ido evolucionando las cosas hasta el día de hoy, en que muchos se creen
superiores a Dios, sencillamente porque no existe y si alguna vez existió, está
muerto, el cielo se clausuro por defunción. Nosotros no es que hayamos dejado
de ser católicos, claro que seguimos siéndolo, pero algo desarraigados de Dios,
ya no nos apoyamos en Él, nos tomamos sus cosas poco en serio.
Nuestra
fe es triste, creemos más con los ojos, con las manos y con las orejas, hemos
perdido la cabeza respecto a Dios y en vez
de aspirar al cielo, nos resulta más atrayente una fiesta perpetua en la
tierra, la buena vida, comer, beber y despreocuparnos.
Hijos,
se ha frivolizado la vida de tal forma que no tenemos tiempo para Dios, el que
nuestros ancestros dedicaban a Él, nosotros se lo dedicamos a la tele.
Besos y abrazos.
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