FÉLIX
TEN JUICIO
Valladolid
Octubre de 2001
Queridos hijos: Tiene mi lengua ganada a pulso fama de viperina y
disfruto imaginativamente considerando los claros beneficios que me reportaría
sujetarla un poco, evitando que por un quitarme allá esa paja se vaya donde no
deseo y, lo peor, que se muestre desagradable, bronca y áspera, pero es que no
puede ser, por más que lo intento y le pongo buena voluntad, pero soy cornito
hasta el tuétano y como tal tozudo e irreflexivo y no cambio ni con lavativas
de Coca-Cola.
Malo quizá no soy, pero sí poco bueno. Lo que quiero decir es que no
sé si tengo alguna virtud, pero defectos mogollón, brillando con luz propia la
dicha lengua insultativa. Soy consciente de mi tara y de que aunque viejo
merecería la pena dar el cambiazo, y hago firme propósito de medir más mis
palabras, pero mis propósitos de enmienda caen por tierra como castillos de
naipes con suma facilidad.
Félix, ten juicio - me digo
- y ata bien atado el músculo de la
palabra, sino malo, porque no cabe imaginar nada peor que el nerviosismo
incordiante que se dispara como un triquitraque y da lugar a cometer
inexplicables tonterías, puras estupideces, o sea, a escupir sapos y culebras,
acción impropia de un hombre ecuánime y ponderado.
Estoy en la mejor disposición de ánimo de intentar limar mi modo y
manera de ser a la hora de darle a la
sinhueso en los momentos de arrebato, hasta que se diga, éste no es mi Juan que
me lo han cambiado.
Apercibido estoy de que no resulta fácil despojarse de viejos y
arraigados hábitos y que serán múltiples los intentos fallidos, pero si cuento
con vuestro aliento y apoyo, más entrenamiento y entrenamiento, quien quita que
llegue a un término exitoso. En fin, ¿qué queréis que os diga? Pese a todo, digo, hijos míos, me conocéis,
soy un vejete que ama la paz y el sosiego pero si me pisan los callos se
desmadra mi lengua desfachatada.
Besos
y abrazos
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