PRIMERA COMUNIÓN DE MARINA
Valladolid 21 de Mayo de 2007
Adorada nietecita comulgante: Para
acercarse al Sacramento de la Eucaristía es condición indispensable tener uso
de razón, es decir, gozar del natural discernimiento, y como tú ya eres una
jovencita juiciosa que distingue claramente el bien del mal, ha llegado el gran
día de tu Primera Comunión, acontecimiento del más alto nivel, puesto que se
trata, nada menos, que de recibir el Pan de los Ángeles, o sea, recibir a Dios.
Tan significativa
ceremonia, según yo lo entiendo, te
convierte, por tu corazón de oro y tu alma de cristal limpia y en blanco, donde aún no se ha
escrito nada, en un angelito.
Lo diré de otro manera: como
bien sabido es, todos, de manera singular los niños, tenemos a nuestro lado un
ángel de la guarda, maravillosos seres celestes con grandes alas y un halo
luminoso alrededor de la cabeza, que nos cuidan. Pero, Marinita, quiero que
sepas que existen, además, otro tipo de ángeles, digamos terrestres, que van
por el mundo sembrando el bien. Te pongo por ejemplo, pues sincera y emocionantemente
creo que a partir de hoy tú serás el ángel custodio de tus padres y de todos
nosotros.
Marina, cielito lindo, en tu
joven vida el día de ayer, 20 del festivo y vivificante mes de las flores,
resulta una fecha para guardar en lugar preferente y para siempre en la
memoria, por lo significativa y emocionante. Por supuesto, el solemne y
trascendental acontecimiento fue motivo idóneo para celebrar en tu honor una
fiesta familiar por todo lo alto, en la que nada faltó, y menos que nada
jovialidad; personas con expresión de alegría en la cara y el cascabeleo de la
risa.
Querida Marina, quiero que desde
niña sepas que reír es vivir, y que una buena carcajada es oro puro para la
salud.
Mariníta,
turroncito de azúcar, gracias por ser como eres; además de una especie de
terremoto promotor de la alegría, una linda, dulce e inteligente jovencita con
unos ojos que son dos estrellas, naricitas de botón de rosa, una boca llena de
risas juveniles, mejor aún, de estallidos de jubilosas carcajadas, loquillas a
veces, pero en las que bulle tanta alegría que influyen en nuestro estado de
ánimo como rayos de luz.
Marina, nieta maravillosa, lo
digo como lo siento, contemplarte vestida de punto en blanco, tan elegante y
llena de gracia, resultó todo un placer para los ojos, y si a éste le sumamos
la limpieza de tu corazón de niña y la inocencia de tu alma, con una
imaginación volando desbocada y dada mi fascinación por los ángeles, estoy
plenamente convencido de que los querubines y serafines han de tener un aspecto
semejante al tuyo.
Besos y abrazos de tu yayo
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