Querido yayo Félix: esta es la carta de la que te hablé el otro día y
ya ves con qué premura me la hizo llegar nuestra Rebeca.
Como te dije, leerla al principio de conocer a mi amiga y tu hija Pili, me hizo empezar a querer mucho a ese abuelo que
le contaba a su primera nieta cosas tan bonitas. Y porque en ella pude
vislumbrar un poco a ese yayo gruñoncete que no pierde ocasión de decir entre
miles de cosas bonitas, alguna collejita imperceptible (o si).
Seguiremos informando y publicando aunque sea festivo las cartas
rancias y las frescas fresquísimas.
Te envío la ración de hoy de besos, abrazos, achuchones y gritaditas.
Marisa Pérez Muñoz
QUERIDA REBECA
Zaragoza 25-08-1978
Querida
Rebeca: No puedo sustraerme a la tentación de escribirte la primera carta que
recibas en tu vida y precisamente hoy que hace justamente tres meses que te
cortaron el cordón umbilical, te dieron un azotito en el culete y te dijeron
¡hala! A correr por el mundo.
No
te pongas tontita si te digo que estabas preciosa con tu boca y tus manos
milagrosamente pequeñitas. A tus padres mirándote se les pusieron los ojos
radiantes, como cuatro botones de chaleco de fantasía; no me extraña. Te
cuidarán en una nube rosa. Tú agradéceselo portándote bien. Además ya sabes que
si caminas derecha pan y si no, palo.
Adquiere
desde pequeñita, guiada por los consejos de tu “santo abuelo” el arte de vivir
y todo saldrá bien.
Como
los consejos de los viejos son como pequeños evangelios, presta atención a esto:
cuando tu mamá te diga: “Rebequita, pórtate bien”. No le hagas mucho caso, para
que sienta lo que se siente tener una hija desobediente.
Bueno,
tú ya me entiendes. Esto es para más adelante. Ahora pórtate muy bien, por que
irá a verte tu tío Paulino lleno de buenos propósitos: quitarte lo “morita” y
esto es importante, porque significa que serás cristiana. Pero eso sí, sé mejor
cristiana de lo que hemos sido nosotros.
Te
digo esto ¡no lo creerás! Porque después de dos mil años de cristianismo,
todavía hay miles de niños que mueren de hambre. Pon tu granito de arena para
evitarlo y piensa que demasiado bueno no se es nunca.
Supongo
que en estos días que no te he visto habrás practicado el decir “abuelo” como
te enseñé ¡Mira que si no, te quito la cuna!
Un
día de estos Rebequita, me prestarás un ratito tus lindos ojos a fin de
contemplar el mundo recién pintado que con ellos se verá y estimulado me sienta
yo capaz de ser un hombre nuevo, distinto, mejor.
Bueno
“Rebequi”; sigue hechizando a toda la familia con tus fugaces maravillosas
sonrisas y mientras esto sucede recibe el más suave y tierno de los abrazos de
tu agüe
Félix
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