Querido Yayo:
La semana pasada
me dijo Rebe que te habían ingresado porque estabas flojucho y como no he
estado en Valladolid y ahora que he vuelto ando un poco “mocosa” no me he
acercado a verte, pero sí que quiero que sepas que tengo una visita pendiente.
Supongo que ya lo
sabes, pero quería decirte que te envidio.
Envidio lo buen
padre y yayo que eres. Todos tus nietos (entre los que me incluyo) estamos
orgullosos de tener un yayo tan valiente y bueno.
Es una suerte
tener una memoria como la tuya, pero la suerte es nuestra por tenerte como
yayo, por poder escuchar tus historias y tus vivencias porque las cuentas como si de ayer mismo se
tratase.
Nunca se me
olvidará el día en el que me dijiste… “¡¡ pues claro que me puedes llamar
yayo!!” Yo como niña, tenía envidia de Rebe, Cris y Jorge que continuamente
llamaban tu atención llamándote yayo y yo aunque estaba con mi papá, pues
supongo que también quería que en esos momentos fueras mi yayo para que me
hicieses el mismo caso.
Siempre te
agradeceré que nos acompañaras a mi marido Víctor, a mi familia y a mí en el
día -hasta hoy-, más importante de mi vida.
Me consta que lo
pasaste muy bien, de hecho te quedaste con nosotros hasta bien entrada la
madrugada.
En fin yayete,
que tienes que ser muy fuerte y recuperarte pronto para que puedas seguir
contándonos tus historias y vivencias como lo has hecho hasta ahora.
Gracias, por ser
como eres. Te quiero.
Tu nieta:
Laura
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