Pues nada, ayer tras publicar mi última
crónica recordé esta y aquí está 11 años más tarde de haber sido escrita por este yayo gruñón, pero certero en sus dardazos a un especímen absurdo y terco como mula.
Buen finde lectores.
Marisa Pérez Muñoz
A VECES NO VAS A LA GUERRA
Valladolid, 11 de Agosto de 2001
Queridos hijos: A veces no vas
a la guerra, viene ella a ti, sin saber a punto fijo donde va a estallar. Lo digo porque
estaba sentado anoche en el Paseo de Zorrilla muy pacifica y relajadamente,
cuando llegó un señor, ya antañón, de mi quinta al menos, y pese a estar todos
los bancos desocupados, acomodó sus buenos cien kilos y pico a mi lado,
comentando de entrada:
- Buen tiempo tenemos.
- Efectivamente, estupendo -corroboré.
- Demasiado
para la época en que estamos
Con tono de autoridad
y superioridad afirmó que el clima había cambiado radicalmente y ya ni llovía,
helaba, ni nevaba como antes.
- Eso se dice -asentí
- y eso parece, pero en mi pueblo sigue lloviendo, helando y nevando como toda
la vida.
Quiso saber cuál era
mi tierra, y cuando se enteró que del norte de Palencia, preguntó que si
visitaba con frecuencia el pueblo.
- Antes más - le informé - ahora, como he
regalado el coche a una nieta, menos.
- O sea, ¿qué es de los de coche?
Me escupió a la cara
con el mayor descaro -Usted es un mentiroso, que presume de rico siendo pobre.
Me dejó de piedra.
Pasaron unos momentos de tensión que debí haber aprovechado para mandar a hacer
buches a semejante incordio, bobo desde que era huevo y largarme; pero traté de
tranquilizarme picado por la curiosidad de saber hasta donde llegaba la pésima
educación del bufón ofensivo.
- ¿A qué viene esto? -pregunté ya sereno- ¿ y cómo
sabe si soy pobre o rico?
- Si, porque es usted como mi hermano, que
regaló dos pisos que tenia a sus hijos.
- Bueno, vamos a ver, hoy por hoy, tener coche
es cosa de todos.
- No de todos -dijo- porque yo he trabajado
como un burro toda mi vida y no tengo coche.
- ¿No me echará a mí la culpa?
- Lo que no entiendo -continuo ofensivamente-
es cómo los palentinos pueden ser ricos si Palencia es la provincia más pobre
de España.
- No tanto -me defendí.
- En una ocasión -contó- que tuve que viajar a
León, y pasé necesariamente por la ciudad palentina comprobé su pobretería,
allí todo son páramos. ¿Sabe usted lo que es un páramo?
- Nací en un páramo, así que algo sabré del
tema.
- A ver -me examinó- ¿qué es un páramo?
- Por ejemplo -conteste pacientemente- el lugar
donde se ubica mi pueblo.
- No señor -replicó enérgico- usted no sabe
nada, para que haya un páramo tiene que haber un valle y una ladera. Para que
se entere, ¿Sabe lo que es una ladera?
- Mi región es montañosa y cada montaña tiene
al menos dos laderas.
- Usted cada vez me demuestra más que no sabe
nada y que es un mentiroso.
- Dejemos lo de mentiroso -dije- y explíqueme
porqué, para ir a León tuvo necesariamente que pasar por la capital palentina.
- Señor mío, porque no existe otro camino.
- Es decir ¿qué desconoce usted que existe una
carretera directa Valladolid-León?
- Yo fui en tren -aclaró- pero llevo muchos
años viviendo aquí y no sabía que existiese esa carretera.
- Pues, con perdón, con razón no ha tenido
usted coche.
Siguió la
parla, y entre otras cosas aseguró que León es el mayor productor de maíz de
España.
Agradecí el
dato que desconocía y comenté el gran beneficio que presta a los leoneses el
Pantano de Riaño. Entonces me espetó otra pregunta:
- ¿Sabe usted donde esta Riaño?
- Por supuesto -aclaré- He estado en el lugar
en diversas ocasiones. Riaño y Guardo son dos poblaciones muy próximas, como 30
km.
- Mentira -volvió a su pésima educación- Riaño
pertenece a León, y León linda con Asturias y Santander.
- Y si usted me hace el favor, también con Palencia.
- ¿Con Palencia? Se levantó bruscamente, me miró
de arriba abajo con desprecio y dijo: No lo aguanto más, me voy porque usted
cada vez me demuestra que no sabe nada y que es un mentiroso.
Ahí estuvo mi error,
en vez de dar gracias al cielo por dashacerme de tal ladrillo de hombre, me fui
tras él acusándole de camorrista y buscabullas. Y en esto estaba cuando pasò un
amigo con quien comenté la extraña circunstancia que mantenia con el
inverosímil individuo. Me oyó, y se acercó de nuevo a mí:
- ¿Por qué habla a este hombre de mí?
- Porque es mi amigo y quiero...
- ¡Mentira, qué va a ser su amigo!
- Oiga, usted -dije ya
alterado- se ha pasado usted diez pueblos, sin motivo ni razón me está usted
ofendiendo, y ahora le voy a decir dos cosas: Tiene usted razón, tío mentiroso,
y como ha demostrado usted estar mal del
coco, le digo la otra -que fue la frase hecha engolada y grandilocuente-
- "Para qué tomar
en cuenta las emanaciones que brotan de cerebros cretinos".
Quedó sorprendido, sin
saber qué hacer, sólo se le ocurrió hacer como que me agujereaba la tripa con
el bastón, y se fue voceando.
- ¡Usted es un cabrón y un mentiroso!
Yo para no ser menos
español y alegrar las orejas de los mirones, me fui por mi lado, gritando
también:
- ¡Imbécil
irrecuperable, cretino!
Este es vuestro padre que os abraza.
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