Valladolid 10- Enero 2002
Queridos hijos: Hablar de Dios resulta complicado, sólo los teólogos… Es
decir, ¿Entienden los teólogos a Dios?
Más bien creo que la
Teología es una ciencia ociosa dado que la cabeza del hombre
es demasiado chiquita para que quepa en ella tanta grandeza, y por consiguiente
¿qué pueden saber los teólogos, ni nadie de tan insondable misterio? Las cosas
de Dios sólo las entiende Dios.
O séase, que Dios es cosa de fe, y la fe, ya se sabe, es la falta de pruebas, ya que es creer lo que no se ve. Con milagros palpables la fe sería innecesaria, si alguien regresase a la vida después de la muerte, ese misterio indescifrable para nosotros, la duda no existiría.
Bueno, lo habréis oído, parecer ser que, sobre poco más o menos, es lo
que les ocurre a las personas de alguna manera han pasado por el trance de la
muerte, esto es, quienes atacados por gravísima enfermedad han estado
clínicamente en el otro mundo y han regresado contando con enorme emoción la
experiencia vivida: Transitar por un túnel en medio de un esplendoroso
resplandor con la inefable sensación de que su espíritu se dirigía hacia el
lugar de origen a fundirse con algo sobrenatural.
Por lo que se cuenta, los que han pasado por tal asombroso trance, la
visión les ha cambiado la vida, creyendo en Dios a pies juntillas.
Por supuesto, creer en Dios es importante y amarle en el prójimo, no
egoístamente, confundiendo al Creador con un señorón de derechas a quien hay
que agasajar con el único propósito de lograr un buen butacón el cielo.
Hemos venido al mundo para
vivir lo mejor posible, pero con ciertas limitaciones, porque resulta de todo
punto intolerable que mil millones de personas pasen hambre en el mundo en
tanto que nosotros vivimos en el consumismo
y el despilfarro.
Vistas las inauditas
atrocidades que se cometen, ¿es el hombre el rey del mundo? Más bien es un
depredador, un devorador insaciable, un mono trastornado, un idiota que trata
de enmendar la plana a la sabiduría de Dios, a un Dios que a veces se antoja
pensar que no es católico, ni protestante, ni judío, ni mahometano...que Dios
es Dios y sanseacabó y sanseterminó.
En fin, hijos, cuando se halla
en el plano inclinado de la tercera edad a punto de entrar en la cuarta,
resulta conveniente mirar arriba, a las estrellas, no a los charcos.
Besos y abrazos
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